Pasado entre huesos: el explorador de fósiles marinos

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Durante sus exploraciones de la ‘Formación Chagres’, Carlos descubrió el fósil de marlin más grande y mejor conservado que se conoce, incrustado en sedimentos de más de 6 millones de años/Jorge Alemán, STRI.
El científico panameño Carlos De Gracia descubrió el fósil de marlín más grande que se conoce, ayudó a mejorar la clasificación de estas especies y busca entender cómo los peces de hace millones de años reaccionaron a cambios en el océano


STRI/DICYT Cuando Carlos De Gracia iniciaba su carrera como estudiante de biología en la Universidad de Panamá en 2004, ya estaba fascinado por los animales del pasado. Desde pequeño, soñaba con seguir los pasos de los paleontólogos que veía desenterrando dinosaurios en la televisión. Pero estando en el istmo, y rodeado de océanos, empezó a trabajar con animales marinos de hace 1’6 y 3 millones de años, para su tesis de pregrado. En particular, moluscos petrificados.

Quince años después, el joven científico panameño sigue estudiando la vida marina del pasado, pero sus experiencias en el campo lo atrajeron hacia otro grupo de especies, los Istiophoridae, aquellos peces con nariz en forma de lanza, conocidos como marlín, picudos o peces vela. Quizás de niño no se imaginó que, con el apoyo de STRI y la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt), llegaría a recorrer los más de 40 kilómetros de Costa Abajo de Colón durante dos años de expediciones, persiguiendo fósiles.

Durante sus exploraciones de la ‘Formación Chagres’, Carlos descubrió el fósil de marlin más grande y mejor conservado que se conoce, incrustado en sedimentos de más de 6 millones de años/Jorge Alemán, STRI.

Durante esos viajes, escudriñando las rocas de la ‘Formación Chagres’, fue encontrando pequeños huesecillos fosilizados. Usando mapas y su intuición comenzó a seguirles el rastro hasta que halló un yacimiento rico en fósiles marinos, único en su clase para América Central. Allí descubrió el fósil del marlín más grande y mejor preservado que se conoce, incrustado en sedimentos de más de 6 millones de años.

Estos peces se convertirían en el enfoque de su maestría en geobiología en Charles University en la República Checa. Carlos quería describir el fósil que se habían encontrado durante sus exploraciones en Colón, pero no era ninguna de las 12 especies modernas de marlín. Entonces empezó a compararlo con las especies fósiles; es decir, las que existieron en el pasado y ahora están extintas.

Estando en Europa, pudo visitar las colecciones de museo en Bruselas y París que contenían las narices fosilizadas de seis especies antiguas. Por ser la parte más resistente de su cuerpo y la que se preserva mejor, los investigadores se basan en las características de la nariz para diferenciar a una especie de otra.

Pronto, Carlos se dio cuenta de que su fósil no coincidía con ninguno de los otros. Se trataba de una especie nueva. Y durante el proceso de estudiarla, se topó con un problema: pocas especies extintas de marlín tenían descripciones claras.

“Tradicionalmente, clasificar fósiles de estos peces es considerado muy complicado y es todo un desafío. Cuando empiezas a verlos, todas las narices son prácticamente iguales. [El sistema de clasificación] me parecía muy confuso”, expresa Carlos.

Con esta inquietud en mente, trabajó en incorporar un método estadístico que le permitiera diferenciar las especies cuantitativamente. Harry Fierstine, un científico retirado que se dedicó a estudiar fósiles de marlín, le colaboró entusiasmado con una gran cantidad de datos que no habían sido publicados. Con ello, Carlos afinó los análisis y logró su objetivo.

Primero, pudo trabajar en mejorar las descripciones de todas las demás especies extintas. También detectó la presencia de especies adicionales, que están siendo descritas basándose en otros fósiles que recolectó.

“La mayoría de las especies fósiles fueron descritas hace mucho tiempo, y tenían algunos problemas. Espero que este trabajo ayude a todos los interesados en estudiar estos fósiles”, señala.

En lo que cierra un ciclo con este proyecto, Carlos se va preparando para el siguiente. Pronto arrancará sus estudios de doctorado en la Universidad de Viena (Austria), gracias a una beca de la Senacyt. Continuará estudiando fósiles de peces, pero mucho más antiguos, en escalas de tiempo entre 120 y 93 millones de años en el pasado, cuando existían los dinosaurios.

Durante ese periodo, hubo dos eventos de anoxia global en el océano. Es decir, intervalos de tiempo en los que los niveles de oxígeno en el agua cayeron dramáticamente, afectando toda la vida marina. Carlos busca evaluar la distribución y abundancia de los peces tropicales durante estos eventos, para entender su impacto sobre ellos.

“Actualmente, la temperatura de los mares se está incrementando y el oxígeno disuelto en el agua está disminuyendo. Esta investigación nos puede ayudar a entender mejor lo que está ocurriendo en este momento en el océano, y a predecir cómo la fauna marina tropical reaccionará a las condiciones de calentamiento y anoxia extrema”, expresa Carlos.

Después del doctorado, espera seguir aplicando sus conocimientos sobre fósiles de vertebrados a proyecciones climáticas. También le ilusionaría ser parte de una institución académica, en la que pueda formar nuevos científicos, además de continuar haciendo investigación. Sería una manera de retribuir todo el apoyo y las oportunidades que lo han beneficiado a lo largo de su carrera científica.

“Mi experiencia en el Smithsonian ha sido importante para desarrollar el tipo de proyectos que estoy realizando ahora”, recalca Carlos. “Gracias a mi mentor, el Dr. Carlos Jaramillo, pude dedicarme a trabajar en lo que me apasionaba por completo. Le presenté mi propuesta y me dijo: hágala, y me dice qué necesita.

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