El carbón negro disperso en la Antártida proviene de la actividad antropogénica y de los incendios forestales

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Antártida/UGR
Mediante el empleo de programas de código abierto, y un análisis que se extendió por seis meses, un equipo del Departamento de Ingeniería Química del plantel, realizó simulaciones de la calidad del aire del Hemisferio Sur

USACH/DICYT Estudiar las principales fuentes de emisión del carbón negro (black carbon en inglés) que se concentran en la Antártica fue uno de los objetivos de la tesis realizada por el graduado del programa de Doctorado en Ciencias de la Ingeniería de la U. de Santiago, Dr. Ernesto Pino Cortés, bajo la guía del académico del Departamento de Ingeniería Química, Dr. Alonso Díaz Robles.

Según los investigadores, ya se sabía de la existencia de deposiciones de carbón negro en la Antártica, pero la interrogante fue cómo habrían llegado hasta ahí, considerando que en esta región “no existe actividad humana de gran envergadura como para generar esta sustancia”, mencionó el Dr. Pino.

El carbón negro, también llamado hollín, es el producto de la combustión incompleta de biocombustibles, biomasa, y diésel. Al formar parte del material particulado -contaminación por partículas en el aire-, su presencia en cualquier zona incide en el derretimiento más acelerado de los glaciares, pues absorbe energía en su máxima totalidad.

Esto trae consigo parte de los deshielos en la Antártica y la Cordillera de Los Andes y, por ende, las prolongadas sequías que aquejan al país por la disminución de reservas de agua potable: “Si el carbón negro está depositado en la nieve, aumenta la velocidad de fusión del hielo, y por tanto esta agua dulce que estaba almacenada en esta forma pasaría a formar parte del agua de mar”, recalcó el Dr. Pino.

La investigación arrojó que las principales fuentes de carbón negro en el Hemisferio Sur provienen de la actividad antropogénica y los incendios forestales. Pese a que estos últimos se focalizan en la temporada estival, generan una parte importante de las emisiones al año, especialmente los siniestros de la Amazonía y Australia, que son los que más emisiones de hollín generan.

“Uno de los grandes aportes está en los incendios que se ven en Australia, donde se notó la mayor zona de emisión anual en todo el dominio”, señaló el Dr. Pino. Durante los meses restantes, el aporte de carbón negro es generado por la actividad humana, específicamente, por fuentes industriales, residenciales y de transporte.

Otro de los hallazgos del estudio fue la constatación del desplazamiento del carbón negro hacia la Antártica por las corrientes de aire. De acuerdo al investigador, este “logra traspasar grandes fronteras y puede transportarse por varios kilómetros”, llegando a impactar en zonas de glaciares.

Los investigadores presumen que el contaminante proviene principalmente del Hemisferio Sur, la zona más cercana a la Antártica. Observaron, por ejemplo, que desde la zona este de Australia, lugar donde están las grandes ciudades, hay emisiones de carbón negro que se transportan hacia la zona oeste de la Antártica.

Para realizar la investigación, se utilizaron programas de código abierto durante seis meses para realizar simulaciones de la calidad del aire. En ellos se observó hora a hora el traslado del carbón negro por el Hemisferio Sur.

Según el Dr. Pino, estos programas permiten observar resultados donde no existen estaciones de monitoreo: “Lamentablemente, en la Antártica las condiciones ambientales no permiten un monitoreo continuo de aire, y por tanto son generalmente campañas las que se realizan en periodos cortos. Los estudios de simulación vinieron a mejorar mucha información en términos de calidad de aire y al mismo tiempo nos permiten observar cómo es la atmósfera en altura”, destacó.

Carbón negro, cambio climático y salud

En el marco de la actual Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP25) con sede en Madrid, el foco en la reducción de emisiones de carbón negro es algo imprescindible, ya que se lo considera el segundo mayor causantes del cambio climático, luego del dióxido de carbono (CO2). Además de acelerar el derretimiento del hielo, varía los procesos de formación de nubes, precipitación y hielos en la atmósfera, ocasionando un desequilibrio en la temperatura promedio del planeta.

Al problema anterior, se suma el impacto del hollín en la salud de las personas, causando problemas de mortalidad, y graves enfermedades cardiovasculares y respiratorias en los grupos más susceptibles de la población. “Si nosotros somos capaces de mitigar este carbono negro, vamos a tener un doble efecto positivo al reducir los efectos del cambio climático y de la salud de las personas”, señaló el Dr. Díaz.

El llamado de estos investigadores es a impulsar medidas que mitiguen la generación de este material particulado de vida corta. Si bien, su emisión en Chile es menor que en otros países latinoamericanos -Brasil o Argentina-, si se trata de ciudades, Santiago se encontraría entre las cinco del Hemisferio Sur que más lo generan, siendo superada por Sao Paulo y otras urbes de África. Por esto, los investigadores recalcan algunas medidas para revertir la situación: “Una de las formas de disminuirlo, por ejemplo, es mejorando los vehículos a diésel para que generen menos partículas, o ir sustituyéndolos por alguna otra tecnología más amigable”.

El premio que les fue otorgado por la Asociación Interamericana de Ingeniería Sanitaria y Ambiental (AIDIS), durante el XXIII Congreso “Presente y Futuro del Agua en un clima de Cambios”, reafirma el aporte científico y social de esta tesis. En medio de movilizaciones sociales, el desarrollo de la COP25 y la celebración de los 60 años del Tratado Chileno Antártico, este galardón es “un reconocimiento a una línea de investigación que llevamos haciendo hace años, y qué bueno que esto se vaya fortaleciendo, reconociendo, y consolidando”, mencionó el Dr. Díaz.

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