DICYT – Las campañas para plantar grandes cantidades de árboles podrían ser contraproducentes, según un nuevo estudio, el primero en analizar rigurosamente los efectos potenciales de las subvenciones y ayudas en tales esquemas. El análisis, publicado ‘Nature Sustainability’, revela cómo campañas mundiales como ‘Trillion Trees’ podrían conducir a una mayor pérdida de biodiversidad e incluso contribuirían al cambio climático. Sin embargo, estos esfuerzos podrían ser muy beneficiosos si incluyen fuertes restricciones, como la prohibición de sustituir bosques nativos por plantaciones de árboles.
No hay duda de que los bosques tienen un papel enorme para frenar la pérdida de biodiversidad mundial y combatir el cambio climático mediante la captura de carbono. Por lo tanto, la plantación de árboles tiene sentido como una de las soluciones que ha ganado impulso en los últimos años con compromisos ambiciosos, como el ‘Bonn Challenge’, que busca restaurar un área de bosque más de ocho veces el tamaño de California para 2030, o ‘Trillion Trees’, que busca plantar tantos árboles como su nombre indica.
Una mirada más cercana revela fallos en estos planes optimistas. Por ejemplo, casi el 80 por ciento de los compromisos del desafío de Bonn implica plantar monocultivos o una mezcla limitada de árboles que producen productos como frutas y caucho, en lugar de restaurar bosques naturales. Las plantaciones suelen tener un potencial significativamente menor para el secuestro de carbono, la creación de hábitats y el control de la erosión que los bosques naturales. El beneficio potencial disminuye aún más si los árboles plantados reemplazan a los bosques naturales, a los pastizales o a las sabanas, ecosistemas que han evolucionado para sustentar una biodiversidad local única.
En el nuevo estudio, los investigadores examinaron críticamente otra medida contemplada en las acciones de plantación masiva de árboles: ayudas diseñadas para alentar a los propietarios privados a plantar árboles. Estos pagos se proponen ampliamente como una solución prometedora para una variedad de desafíos ambientales.
La experiencia de Chile
“La experiencia de Chile puede ayudarnos a comprender los impactos climáticos, ecológicos y económicos que podrían tener lugar cuando los gobiernos paguen a los terratenientes para que establezcan plantaciones de árboles masivas”, señala Robert Heilmayr, profesor asistente en la Universidad de California.
El Decreto Ley 701 de Chile subsidió el 75 por ciento de los costos de forestación y brindó apoyo para el manejo continuo de las plantaciones. Una aplicación laxa y las limitaciones presupuestarias obstaculizaron las prohibiciones sobre el uso de subsidios en tierras ya forestadas, lo que llevó a situaciones en las que el gobierno subsidió el reemplazo de bosques nativos por plantaciones de árboles rentables.
Así, los subsidios redujeron aún más la cubierta forestal nativa al fomentar el establecimiento de plantaciones en matorrales o tierras agrícolas marginales donde los bosques podrían haberse regenerado naturalmente.
Los investigadores se propusieron cuantificar el impacto total de los subsidios a la forestación y calcular sus efectos sobre los cambios netos de carbono y biodiversidad en todo el país. Compararon el área de bosques chilenos bajo tres escenarios: subsidios observados reales, sin subsidios y subsidios combinados con restricciones para la conversión de bosques nativos en plantaciones.
Descubrieron que, en relación con un escenario sin subsidios, los pagos para la reforestación expandieron el área cubierta por árboles, pero disminuyeron el área de bosques nativos. Dado que los bosques nativos de Chile son más densos en carbono y biodiversidad que las plantaciones, los subsidios no lograron aumentar el almacenamiento de carbono y aceleraron las pérdidas de biodiversidad.
“Si las políticas para incentivar las plantaciones de árboles están mal diseñadas o se aplican de manera deficiente, existe un alto riesgo no solo de desperdiciar dinero público, sino también de liberar más carbono y perder biodiversidad”, asegura el coautor del estudio Eric Lambin, profesor de la Universidad de Stanford. “Eso es exactamente lo contrario de lo que buscan estas políticas”, recalca.