LIBRO | Ciencia ciudadana, naturaleza urbana y educación ambiental

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En las últimas décadas y especialmente a lo largo del siglo XXI ha irrumpido con fuerza una nueva forma de relación entre la ciencia y la sociedad que está llamada a cambiar nuestra forma de crear conocimiento e incluso la toma de decisiones asociada al mismo. Se trata de la denominada Ciencia Ciudadana, que podemos definir como el conjunto de actividades y prácticas que tratan de involucrar ciencia y sociedad a través de iniciativas muy diversas. En efecto, los ciudadanos y ciudadanas que conforman la sociedad del siglo XXI cada vez están más interesados en contribuir a la ciencia mediante su participación en la toma de datos, pero también en otras acciones que conllevan un mayor esfuerzo intelectual y una mayor responsabilidad personal y colectiva. El seguimiento de la biodiversidad mediante proyectos de Ciencia Ciudadana ofrece diversas ventajas respecto a aproximaciones más “tradicionales”. Es, además, una oportunidad para concienciar a la ciudadanía en la conservación de organismos y hábitats en entornos muy transformados como los urbanos, con una elevada diversidad de especies nativas, pero también con un potencial
elevado de entrada de especies invasoras y en los que sistemas de alerta temprana son esenciales. Asimismo, han facilitado el descubrimiento de nuevas especies en lugares poco frecuentados por equipos científicos; permiten obtener mapas de distribución espacial y cambios temporales de mayor precisión que anteriormente. Finalmente, algunos proyectos de Ciencia Ciudadana capacitan a los voluntarios para su participación en la
toma de decisiones asociadas. La respuesta de los estamentos científicos y de las administraciones ante el fenómeno de la Ciencia Ciudadana ha sido, sin embargo, muy ambivalente. Por un lado, han visto en ella una oportunidad para impulsar proyectos poco asumibles en términos de tiempo y dinero si se llevaran a cabo de forma tradicional, es decir mediante la contratación de personal especializado. Quizá el caso más paradigmático sean los proyectos de seguimiento de la biodiversidad, que precisan de la acumulación de gran número de observaciones en el espacio y el tiempo y que actualmente sólo son posibles mediante la implicación de ciudadanos voluntarios. Entre ellos destacan los proyectos de seguimiento de la biodiversidad de mariposas diurnas (los denominados Butterfly Monitoring Schemes) que se extienden por toda Europa (butterfly-monitoring.net/es), o la comunidad de observadores de aves que agrupa eBird, que ha dado más de 560 millones de observaciones a GBIF (https://ebird.org/home). A pesar de dichos beneficios, en algunos casos, profesionales científicos y técnicos han mostrado ciertas reticencias a que las personas voluntarias ejerzan un rol más decisorio que el de simples proveedores de datos, ya sea invocando a su falta de preparación o debido a una cierta prevención a democratizar la toma de decisiones (tendencia por otro lado imparable en la sociedad actual).

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