CONICET/DICYT En un estudio, recientemente publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), un grupo internacional de investigadores e investigadoras describió las complejas relaciones entre vegetación, clima y dinámica de incendios en la vertiente este de la cordillera de los Andes, durante los últimos mil años.
Se trata de una aproximación interdisciplinaria que documenta la relación clima-ambiente y humano-ambiente e interpreta cómo la actividad humana, antes y después de la colonización europea, moduló la ocurrencia, frecuencia y magnitud de incendios en los diferentes ecosistemas estudiados.
“Los resultados del trabajo señalan que el clima es el principal impulsor de la actividad de incendios a escala regional. Sin embargo, los grupos humanos fueron una fuente de ignición y alteraron la dinámica de incendios amplificando o reduciendo los efectos del clima cuando se trata de escalas espaciales menores”, señala Gustavo Neme, investigador del CONICET en el Instituto de Evolución, Ecología Histórica y Ambiente (IDEVEA, CONICET-UTN) y partícipe del estudio.
Según el estudio, que contiene registros arqueológicos, históricos, etnográficos y paleoambientales de alta resolución obtenidos de las lagunas El Sosneado (en el Sur de Mendoza) y Portezuelo, del Lago Mosquito y del Mallín Río Rubens, en la Patagonia, antes de la llegada de los colonos europeos, los cambios demográficos de los grupos humanos nativos y el uso de la tierra generaron modificaciones en la vegetación y los regímenes de incendios a nivel local, pero la influencia no fue tan evidente hasta el siglo XVI con la introducción de especies no nativas y, posteriormente, cuando los euro-americanos destinaron recursos específicos para impulsar las economías nacionales, hacia finales del siglo XIX.
“Inicialmente, la quema por parte de los grupos de cazadores-recolectores y la variabilidad del clima le dieron forma a mosaicos de bosques, matorrales y pastizales. Hace cuatrocientos años, la alteración de los regímenes de incendios y cambios relevantes de la vegetación fue atribuida al aumento del pastoreo de los grupos humanos nativos antes del asentamiento de los europeos. La ganadería y la tala de finales del siglo XIX provocaron cambios a gran escala en la actividad de los incendios y en la vegetación en toda la vertiente este de los Andes. Las reconstrucciones de alta resolución a escala de paisaje revelan las complejas interacciones entre los humanos y el ambiente que a menudo se pasan por alto en las síntesis de escala regional o global”, agrega el científico.
El estudio incorpora, además, el primer registro paleoambiental y paleoclimático altoandino de alta resolución de la provincia de Mendoza para el Holoceno tardío (últimos 4000 años), que, según los investigadores, resulta fundamental para conocer la variabilidad natural que los ecosistemas de alta montaña han tenido en el pasado.
“A futuro sería muy interesante generar nuevos registros paleoambientales en los Andes Centrales de Argentina que permitan obtener una visión mucho más completa de la dinámica de estos ecosistemas en relación a forzantes naturales y antrópicos. Asimismo, se podrían comparar los resultados obtenidos para la vertiente este de los Andes con otras regiones de Sudamérica, como la vertiente oeste de los Andes o la Amazonía, y del hemisferio sur, como Australia, donde se ha establecido en los últimos años también que los grupos humanos nativos tuvieron un efecto modulador de la dinámica de incendios sin generar cambios radicales en el paisaje”, concluye María Eugenia de Porras, investigadora del CONICET en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA, CONICET-UNCUYO-Gob. Mza), otra científica argentina involucrada en el estudio.