La predictibilidad en el tiempo y en el espacio de las migraciones, ha permitido determinar o inferir, al menos a grandes rasgos, cuáles son las principales rutas de migración de las aves a nivel mundial. Sin embargo, el estado del conocimiento sigue siendo escaso para muchas especies, para las cuales se desconocen las rutas más específicas de desplazamiento, por cuanto su estudio es complejo y ha requerido de grandes esfuerzos en marcaje y recuperación de marcas (Myers et al., 1990). Sólo en los últimos años, con el advenimiento de la telemetría satelital aplicada a especies de mayor tamaño (albatros, fardelas, halcones, águilas y anátidas) y más recientemente, con el uso de isótopos radioestables, así como de marcadores genéticos, se ha avanzado en la determinación de las áreas de origen de varias especies (Chamberlain et al., 1997, Clegg et al., 2003). Las rutas seguidas por las aves migratorias son numerosas, y no siempre fáciles de trazar; aspectos como diferencias en las distancias recorridas, en la ubicación de las áreas de reproducción e invernada, en la fecha de inicio de la migración, entre otros factores, contribuyen a generar una gran diversidad de rutas. En general, se reconoce que dos especies no poseen rutas idénticas durantes sus migraciones; no obstante, la asociación de varias de ellas, en términos de sus semejanzas, ha permitido determinar un grupo de grandes rutas migratorias: cuatro para América y, al menos, cinco para el viejo continente (incluidas la ruta Asiática del Este y Australia y la ruta del Atlántico que poseen superposición con rutas de América).
Para Chile se han descrito alrededor de 470 especies nativas de aves (Marín, 2004; Jaramillo, 2005) y, aunque el país no se caracteriza por una alta diversidad ornitológica, destaca por la riqueza de especies acuáticas, principalmente aquellas que viven en ambientes marinos y dulceacuícolas, tanto oceánicos como costeros. En el país se han reportado 59 especies migratorias boreales, 41 de las cuales nos visitan regularmente cada año, mientras que 18 llegan sólo en forma ocasional o accidental. Otras 22 especies son migratorias australes, que nidifican en el centro o sur de Chile para luego desplazarse fuera del territorio nacional; de éstas, 13 cruzan la línea del Ecuador y llegan a Norteamérica, aunque todas son aves marinas pelágicas que rara vez visitan la costa norteamericana. Considerando lo anterior, alrededor de 72 especies de aves registradas para Chile viajan entre Norte y Sudamérica durante sus migraciones (tabla 1). En el anexo 1 se entrega la lista de especies migratorias boreales y australes para Chile. Adicionalmente, 30 especies pueden ser calificadas como migratorias oceánicas, es decir, que realizan desplazamientos en los mares, sin un patrón predeterminado en tiempos o rutas y, en general, presentan hábitos pelágicos, es decir, viven alejados de la costa y concurren a tierra casi exclusivamente para reproducirse (por ejemplo, albatroses, petreles, fardelas, golondrinas de mar y pingüinos).
Del total de aves migratorias capaces de migrar entre Norte y Sudamérica (72 especies), la mayoría (80,6%) vive en ambientes acuáticos marinos o continentales y, por lo tanto, generalmente son aves gregarias; algunas especies se concentran en centenas o miles de individuos en sus sitios de descanso. Los ambientes costeros son, generalmente, los más ricos y diversos en términos de abundancia, como también en número de especies migratorias que concentran. Los requerimientos dependen de cada especie, aunque, en general, la asociación de playas de arena o fangos, desembocaduras de ríos o lagunas costeras, son de enorme interés en la zona norte, central y sur del país. En la zona austral, las extensas playas de arena, fango o pastizal, asociadas a cambios de mareas considerables, representan importantes sitios de alimentación y descanso para algunas especies.
Chile destaca por recibir un número importante de aves migratorias, así como también por presentar diversos sitios de descanso durante las migraciones. En el ámbito internacional se reconoce la importancia de Chiloé (X Región), Coquimbo (IV Región) o de las bahías de Concepción (VIII Región), entre otros, para varias especies de playeros y, la de Bahía Lomas (XII Región), como un área que presenta una de las mayores concentraciones de playero ártico (Calidris canutus rufa) y de zarapito de pico recto (Limosa haemastica)(Sallaberry et al., 1996; Tabilo et al., 1996; Canevari et al., 2001).
Sin embargo, cada vez son más aves migratorias las que se encuentran en peligro de extinción. Muchos peligros acechan el vuelo de las aves migratorias sobre el mar y el desierto, pero su peor enemigo es el ser humano, por su forma de vida, por las consecuencias del cambio climático o por su actividad como cazador.
Después de la pérdida de su hábitat, la colisión contra cristales es la principal causa de muerte de aves. Se calcula que mil millones de aves mueren de esa maneara cada año solo en Estados Unidos. Los pájaros no reconocen los reflejos de los árboles o del cielo en los cristales, vuelan hacia ellos y se estrellan. Así como las aves migratorias más débiles pueden morir en el viaje a causa del esfuerzo, el vidrio también mata a los animales fuertes con mejores posibilidades de tener descendencia
Fuente SAG y otras