Por Gerardo Díaz Moya (Fundación Chile) y Diego Luna Quevedo (Fundación Futuro Latinoamericano) equipo de Escenarios Hídricos 2030.
Este año, el fenómeno del Niño ha traído un invierno lluvioso como hace muchos años no veíamos. Si bien bosques y humedales anhelaban estas lluvias, en la región del Maule los 178 mm caídos entre lunes y martes, ha dejado a cientos de familias damnificadas. En dos días, según datos de la Dirección Meteorológica de Chile, la precipitación caída fue un tercio del total normal hasta la fecha, que alcanza 530 mm. Es la intensidad de las lluvias la que preocupa, porque las ciudades parecen no ser resilientes a eventos extremos.
Desbordes como el del río Claro y la gran inundación en Talca, son la manifestación local de otros eventos extremos que ocurren en el mundo algunos simultáneamente: los incendios en Maui y Canadá y las inundaciones y aludes en India e Italia, son todos efectos del cambio climático y de las intervenciones voraces del ser humano en la naturaleza. Y ésta, al final del día, siempre termina reclamando su espacio y su curso. ¿Cómo nos adaptamos a los impactos de eventos extremos de aquí en adelante?
Sobre la base a un proceso de construcción colectiva con cerca de 700 personas de 370 organizaciones relacionadas con los usos directos e indirectos del agua en las cuencas del río Maipo y Maule, Escenarios Hídricos 2030 elaboró hojas de ruta para estas cuencas, con el propósito de alcanzar la seguridad hídrica en base a un conjunto de soluciones que apuntan no solo a la captación y almacenamiento de las aguas que caen, sino a dar resiliencia a los territorios frente a eventos extremos.
De un total de 124 soluciones para ambas cuencas, 42 son Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN), 59 son de eficiencia y uso estratégico del recurso hídrico, y otras 23 son de nuevas fuentes de agua. Complementariamente, se está diseñando un conjunto integral de soluciones, atingentes a las características territoriales, en el marco de la iniciativa Maipo Resiliente, que lidera el Gobierno Regional Metropolitano de Santiago con la asesoría experta de Escenarios Hídricos 2030, a través de un equipo de Fundación Chile.
En el caso de las SbN su implementación implica volver a mirar a la naturaleza, revalorarla, comprender su funcionamiento y los servicios que presta, donde la naturaleza nos brinde las respuestas eficaces para enfrentar los desafíos del cambio climático. Construir zanjas y piscinas de infiltración que recargan los acuíferos y reducen efectos negativos aguas abajo producto de crecidas o desbordes, conservar las cabeceras de cuenca para reducir el riesgo de aluviones, y establecer zonas de amortiguación en ecosistemas ribereños, son acciones clave que ayudan a minimizar desastres por medio del drenaje del agua, ralentizando la escorrentía y previniendo inundaciones. Se contribuye así, de manera directa, a proteger a las comunidades y la infraestructura pública que pudiera verse afectada aguas abajo.
Si bien, las SbN son altamente demandantes de superficie y requieren -algunas más que otras- tiempo para alcanzar un nivel de servicio óptimo, son mucho más costo-eficientes que las obras grises, por lo que es necesario abrir la mirada y construir un mix de soluciones costo-efectivas según cada realidad local, que permita ordenar y dotar al territorio de resiliencia, reorientando la mirada hacia obras que se acoplen a los ecosistemas y que aprovechen sus mismas capacidades de infiltración y /o amortiguación de los efectos del cambio climático. Esto implica que seamos capaces de generar una combinación de soluciones naturales y grises que puedan resultar lo más efectivo en el corto y mediano plazo.
Chile no puede seguir dándole la espalda a las SbN. Así como hemos apostado por las ERNC para descarbonizar nuestra matriz energética -aun cuando muchos se resistían y decían que no era factible- tenemos que mover la frontera de lo posible y apostar por las SbN para empezar a trabajar con la naturaleza y no en contra de ella.