Estos resultados, obtenidos por científicos y científicas chilenas, reafirman su potencial como una herramienta adicional, y no invasiva, para aumentar la eficiencia de los cultivos de forma sustentable.
Un estudio efectuado por investigadores del Laboratorio de Bioingeniería de la Universidad Adolfo Ibáñez —entre ellos, la investigadora del Centro ANID CAPES, María Josefina Poupin— confirmó los efectos positivos que la exposición a campos magnéticos de diversa índole tiene sobre el crecimiento de las plantas, en un estudio recientemente publicado por la revista Bio Electro Magnetics.
Aun cuando la influencia positiva del magnetismo en las plantas se viene estudiando desde los años 30 en el mundo, no existían, hasta ahora, estudios que resolvieran de manera sistemática las discrepancias observadas en algunos de los estudios dedicados a este tema, impidiendo confirmar si los resultados obtenidos a la fecha son generalizables, específicos para cada especie, o dependientes de las condiciones de cada experimento.
“Algunos artículos muestran discrepancias en los efectos del magnetismo en el crecimiento y desarrollo de especies vegetales”, comenta la Dra. Poupin, co-autora del estudio. “Esto puede explicarse porque no hay una forma sistemática de hacer los experimentos. Por ejemplo, se usan distintas formas para inducir cambios en los cambios magnéticos, la duración de la exposición de las plantas al cambio magnético o el momento en la vida de la planta en la que se aplica el estímulo”.
Para salvar estas contradicciones, los investigadores realizaron un meta-análisis de 45 artículos abocados a explorar efectos del campo magnético sobre 29 especies distintas de plantas, identificando los distintos parámetros usados en cada estudio así como las condiciones experimentales de cada cual.
“Con toda esa información realizamos un análisis estadístico que nos permitió concluir, por ejemplo, que los campos magnéticos no uniformes —aquellos donde la magnitud y la intensidad no son iguales a lo largo de toda su área, como en el caso del campo magnético de la Tierra— tienen mayor efecto en el crecimiento de las plantas, y que campos uniformes afectan significativamente su germinación”, explica la microbióloga. “También identificamos que los resultados que se obtienen dependen fuertemente de cómo se realizan los experimentos”.
Estos resultados sugieren que las plantas podrían ser más susceptibles a las diferencias de intensidad y magnitud dentro de un mismo campo magnético (sus “gradientes”), que a la mera magnitud del campo. Esta conclusión, comentan los autores, “abre muy interesantes preguntas acerca de los mecanismos biofisiológicos que subyacen a estas respuestas”, un área de estudio que, explica Poupin, aún se encuentra en ciernes.
“Se desconoce exactamente cuáles son los mecanismos a nivel físico o molecular”, afirma la investigadora. “Por ejemplo, no está claro cómo las plantas perciben este estímulo ambiental. Se sabe que la respuesta es rápida, por lo que no depende en primera instancia de la expresión de genes. Tampoco si la respuesta depende de un sistema de percepción que sirve para percibir otros estímulos o si es exclusivo para el magnetismo”.
Una hipótesis que se postula es que moléculas encargadas de la percepción de la luz, como los criptocromos, podrían estar involucradas, pero no serían las únicas responsables. “En otros tipos celulares, no vegetales, se ha propuesto que cambios en el magnetismo podrían traducirse en deformaciones de la membrana induciendo respuestas eléctricas mediadas por canales iónicos, pero se desconoce si eso podría ocurrir en células vegetales que tienen otras propiedades mecánicas. Por lo tanto, hay muchas interrogantes aún al respecto”.
Así y todo, estos resultados reafirman el potencial de los campos magnéticos como una herramienta adicional, y no invasiva, para aumentar la eficiencia de los cultivos de forma sustentable, y bajo condiciones de estrés producidas por procesos como la sequía, las temperaturas extremas, o la falta de nutrientes. “Al ser sistemas reutilizables, los magnetos podrían ser una forma eficiente y sostenible de estimular el crecimiento de plantas para mejorar su rendimiento. Por ejemplo, estimulando durante la etapa de semilla. Sin embargo, para cada especie hay que determinar las condiciones más estimulantes”, advierte Poupin.
Fuente: CAPES