Por Víctor B. Rojas, docente IDMA y educador ambiental.
Vivimos en una sociedad influenciada por modelo económico que nos seduce permanentemente a satisfacer nuestras necesidades más suntuarias, aquellas relacionas con lo estético y lo material, ofreciéndonos la posibilidad de digitalizar gran parte nuestras tareas cotidianas a través de unos cuantos click. En ese contexto, es más común escuchar a personas más preocupadas por adquirir la tecnología más avanzada, los medios de transporte más rápidos y los alimentos más procesados, sin preguntarse: ¿Cuántos recursos naturales se utilizaron para su creación? O ¿Qué espacios naturales fueron explotados para poder producir tales bienes o servicios?.
Tener conciencia del origen y el costo ambiental de aquellos bienes y servicios que consumimos a diario nos permite comprender qué tan responsables somos de los procesos de degradación del medio ambiente para satisfacer nuestras necesidades como individuos y como especie. Conectarnos con el medio ambiente a partir del impacto que provocamos es una forma de tomar consciencia de nuestra posición en los ecosistemas y las relaciones que establecemos con otras especies.
Habitar, supone formar parte de un espacio geográfico determinado, hacer uso de los recursos bióticos y abióticos disponibles. Así también implica relacionarse con otros que nos permiten formar comunidad, no solo otros seres humanos, sino otras especies de las que dependemos pero que no siempre vemos: las aves, los insectos y plantas que regulan plagas, limpian el aire y procesan la materia en descomposición, entre otras tantas funciones que ocurren tanto en los espacios naturales, rurales y urbanos. Cohabitamos con la naturaleza en una relación que produce aquello que se define como simbiosis.
Comprender que las conductas propias de nuestro habitar afectan las relaciones simbióticas
con otras especies es una tarea fundamental de la Educación Ambiental, entendida como el
proceso que permite adquirir conocimientos, habilidades, actitudes y valores que aporten la
bien común, la calidad de vida y el cuidado del medio ambiente. La promoción de buenas
acciones, la toma de conciencia y la reflexión permanente sobre cómo aporto al cuidado del
medio ambiente y la calidad de vida de mi comunidad, es un cuestionamiento que promueve la Educación Ambiental.
IDMA ha jugado un rol permanente en la difusión de la Educación Ambiental a través de sus 9 carreras sustentables. A lo largo, de casi 30 años, ha formado técnicos con un sello marcado en los valores ecosociales, con conocimientos que potencian el desarrollo de una sociedad más sostenible y con una actitud dispuesta para ser agentes de cambio. En este camino, IDMA ha sido pionero en la formación superior y hoy sigue trabajando con el sueño de mejorar el presente y el futuro de nuestro país.