Tras un trabajo de seis años evaluando la sistemática y taxonomía de las golondrinas de mar, profesionales de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC) lograron describir a una nueva especie: la golondrina de mar andina (Oceanites barrosi), ave que nidifica en la cordillera de Los Andes en Chile central y en parte de Argentina.
Las golondrinas de mar (pertenecientes al género Oceanites) son pequeñas aves pelágicas, de vuelo rápido y ágil, que viven toda su vida en alta mar y visitan tierra solo para reproducirse. En dicho grupo, históricamente se conocían tres especies, entre ellas la golondrina de mar chica (Oceanites gracilis) y golondrina de mar de Wilson (Oceanites oceanicus) las que cuentan con múltiples subespecies y además, la golondrina de mar Pincoya (Oceanites pincoyae).
Sin embargo, un nuevo estudio publicado en la revista Zootaxa, realizado por los profesionales ROC; Heraldo Norambuena, Rodrigos Barros, Fernando Medrano y Álvaro Jaramillo, sumó la descripción de la golondrina de mar andina (Oceanites barrosi) y además sugirió elevar a nivel de especie múltiples subespecies de O. gracilis y O. oceanicus, dando como resultado un total de siete especies para el género Oceanites, gracias a análisis filogenéticos y morfológicos.
“Con este nuevo trabajo elevamos a categoría de especie el taxón galapagoensis de las Islas Galápagos en Ecuador, el taxón chilensis de los mares australes de Chile y Argentina, el taxón exasperatus de Antártica, validamos la situación taxonómica de pincoyae, y describimos una nueva especie para la población Andina de Oceanites, la nueva Oceanites barrosi o golondrina de mar andina (Andean Storm-Petrel)”, explica Heraldo Norambuena.
Inicialmente los investigadores no tenían indicios de que Chile central tuviera una nueva especie de golondrina de mar, sino que lo descubrieron durante el desarrollo de la investigación. Esto debido a que el primer árbol filogenético que desarrollaron incluyó muestras de todas las poblaciones de golondrinas de mar, excepto el de Oceanites [o.] chilensis, subespecie (en ese entonces) a la cual se atribuía la población de Chile central. Por lo que, de esta manera, con el primer resultado lograron detectar que existía una incongruencia.
“Decidimos hacer los esfuerzos para sumar muestras de O. chilensis, para tener el panorama completo. Por fortuna, Ricardo Matus y Olivia Blank recibieron unas golondrinas de este taxón en Magallanes y nos aportaron las muestras que nos faltaban. Así, generamos las nuevas secuencias y repetimos el análisis e inmediatamente al conocer los resultados nos sorprendimos, puesto que la población de Chile central no formaba un clado con chilensis, si no que era un clado hermano a Oceanites pincoyae, pero con marcada divergencia genética. ¡Así que habíamos descubierto una nueva especie!”, cuenta Norambuena.
Así, esta nueva especie está dedicada a Rafael Barros Valenzuela (1890–1972) uno de los ornitólogos más relevantes de Chile y quien colectó los primeros especímenes que hoy conocemos como Oceanites barrosi, en Río Blanco Provincia de Los Andes, hace exactamente 100 años atrás.
Tal como se mencionó anteriormente, las golondrinas de mar son aves pelágicas pertenecientes al orden Procellariiformes que además agrupa a fardelas, petreles y albatros, los que también pasan la mayor parte de su vida en el mar, recorriendo largas distancias por todo el mundo en busca de alimento y pisando tierra sólo para reproducirse.
Estos hábitos hacen que sean muy difíciles de observar y de estudiar, por lo que aún guardan muchos misterios. Sin embargo, hace varios años la situación de esta especie y sus zonas de reproducción en Chile eran en gran parte desconocidas, y fue gracias a investigaciones realizadas por profesionales de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC) quienes finalmente descubrieron nueva información y colonias reproductivas, por ejemplo, de la golondrina de mar chica en medio del desierto de Atacama.
Asimismo, otra de las características de estas especies es que son altamente filopátricas -suelen volver a reproducirse a los mismos sitios-. Razón que explicaría este descubrimiento, debido a que de acuerdo con Norambuena “cualquier especie de ave aislada por cientos o miles de kilómetros, es susceptible a acumular cambios genéticos que pueden llevar a un proceso de especiación. Solo se necesita que operen las fuerzas microevolutivas y mucho tiempo, para que se formen nuevas especies. Antes de nuestro estudio, el conocimiento de la sistemática del grupo se basaba en escasos datos genéticos e información morfológica que no lograba resolver las relaciones entre especies”, enfatiza.
Este hallazgo fue parte de un trabajo que realizaron los investigadores durante seis años gracias a un proyecto fondecyt postdoctoral y aportes de ‘Bird Conservation Fund’, entre otros, y tras visitar museos en Estados Unidos y otros en Chile. Además de explorar sitios de reproducción de distintas especies/poblaciones de Oceanites en Chile, trabajar en laboratorio, cientos de horas de análisis de datos y consultas virtuales al Natural History Museum of los Angeles County, con el fin de obtener fotografías y medidas morfológicas.
“Sin duda todo esto no hubiera sido posible sin la excelente colaboración con colegas de Nueva Zelanda que trabajan con el taxón galapagoensis y nos aportaron información clave de esa zona. Además, de nuestros colegas y amigos de la ROC que desde distintos lugares de Chile y Argentina aportaron con material valioso para completar el árbol filogenético, como las muestras de los taxones pincoyae (Fabrice Schmitt) y chilensis (Olivia Blank, Ricardo Matus y Santiago Imberti)”, cuenta Norambuena.
¿Cuáles son las principales características de la golondrina de mar andina?
De acuerdo con el investigador, la golondrina de mar andina tiene la estructura típica de una golondrina de mar -con tamaño pequeño, alas cortas y redondeadas-, siendo muy similar a las otras especies del género pero con algunas diferencias.
“Por ejemplo, el ala en promedio es más grande que en O. chilensis pero más pequeña que en O. pincoyae. Al mismo tiempo, las medidas de su cola y tarso son más pequeñas que en O. chilensis y más grandes que en O. pincoyae. Tiene el vientre blanquecino, pero no tan blanco como en su especie hermana O. pincoyae, u otras similares como O. galapagoensis y O. gracilis. Además, presenta una doble línea pálida en la parte interior del ala”, enfatiza.
De esta manera, la forma más efectiva de diferenciarla es a través de su distribución en época reproductiva, la que se concentra en la corriente de Humboldt y en zonas cordilleranas en los Andes centrales de Chile, y en Argentina por encima del límite arbóreo y, además, por supuesto debido a las diferencias genéticas.
Pero si es un ave de hábitos marinos, ¿por qué nidifica en la cordillera?
Sus sitios de nidificación resultan de interés, puesto que es un ave que viaja sobre una de las ciudades más pobladas del país en busca de alimento en el mar y luego se devuelve hacia las altas montañas para alimentar a sus crías.
De acuerdo con Norambuena, la posible explicación a los sitios de nidificación en la cordillera corresponde a que “cuando las golondrinas de mar del género Oceanites colonizaron el desierto de Atacama y la cordillera, Chile era muy distinto al actual. Según nuestros resultados, muchas Oceanites habrían especiado durante la transición Mioceno-Plioceno, una época donde hubo fuertes intrusiones marítimas antes de que los climas comenzarán a volverse más fríos. En esa época es muy probable que los Andes estuvieran más cerca del mar que hoy y para un ave marina esto solo significó un nuevo hábitat para su reproducción”, explica.
“Lo interesante es que el alzamiento andino no solo favoreció la especiación de grupos de aves terrestres, como han probado múltiples investigaciones, sino que también influyó en que aves marinas colonizaran el continente, como por ejemplo el desierto de Atacama, que se generó en gran medida por la aparición de los Andes, y particularmente especies como barrosi (y quizás pincoyae), que fueron capaces de reproducirse en las altas cumbres y que en el pasado estaban más próximas al mar”, agrega.
Aquí también nace una problemática para la especie, la contaminación lumínica. Debido a que, durante los trayectos nocturnos en busca de alimento, se ven atraídas por las luces industriales y de ciudades, cayendo al suelo desorientadas y siendo presa fácil de depredadores ya que es muy difícil que puedan emprender vuelo de nuevo, principalmente los volantones. Por lo que resulta necesario conocer sus rutas de vuelo para una posterior evaluación en temáticas de conservación.
Siguientes pasos de la investigación
Tras haber publicado este artículo, ahora los investigadores acaban de enviar una propuesta al South American Classification Committee (SACC) -organización dedicada al estudio científico de las aves-, para que un comité taxonómico evalúe la validez de la golondrina de mar andina (Oceanites barrosi) y todos los cambios propuestos en el artículo. Entre los que incluyen elevar a la especie chilensis, exasperatus, galapagoensis y además, proponen una serie de nuevos nombres comunes para cada taxón.
Otro tema de relevancia para el conocimiento y posterior conservación de estas aves marinas y sus rutas de vuelo es encontrar sus sitios de reproducción específicos en la cordillera entre Coquimbo y el Maule. Si bien se conocen con claridad las fechas y localidades de caída de los ejemplares adultos y juveniles durante la época reproductiva, aún se deben encontrar sus nidos.
“Sabemos que utilizan cavidades naturales en salientes rocosas para anidar, pero la cordillera es tan amplia que es difícil llegar al punto exacto. Este año equiparemos algunos ejemplares con GPS para que, a través de esta tecnología, podamos dar con el sitio de reproducción de esta especie”, explica Norambuena.
Sin duda esta investigación y el descubrimiento de la golondrina de mar andina marca un emocionante avance en la exploración de la diversidad de aves en Chile y al mismo tiempo, refleja el largo trabajo que ha realizado la ROC en torno al conocimiento de las especies y refuerza la necesidad de continuar investigando y protegiendo a aquellas aves más amenazadas.