Un descubrimiento reciente ha iluminado la flora de la cordillera de Chile central: Viola imbricata, una nueva especie de planta descrita en la revista científica Phytotaxa. Este hallazgo es resultado de una colaboración única entre montañistas, científicos y ciudadanos apasionados por la biodiversidad.
Un encuentro inesperado en las alturas
En el verano de 2016, durante un ascenso a los cerros más altos de San Fabián de Alico, Región de Ñuble, Kora Menegoz, ingeniera forestal y guía de montaña, quedó cautivada por una planta inusual. Al mismo tiempo, más al norte en el Nevado del Longaví, en la cuenca del río Achibueno (Región del Maule), un grupo de montañistas liderado por Juan Luis Celis, investigador de la P. Universidad Católica de Valparaíso y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), también observó la misma especie.
Ambos grupos reconocieron en esta planta características del género Viola, conocido por las violetas y pensamientos. Sin embargo, esta especie destacaba por sus llamativas flores amarillas —un color poco común en violas de la región— y su capacidad para prosperar en terrenos rocosos a gran altitud. Un arriero local apodó a la planta “viola catita” por su parecido con la cabeza de un loro cachaña.
El camino hacia su identificación
Atraídos por su peculiaridad, los equipos colectaron muestras, tomaron fotografías y contactaron a expertos como John Watson y Ana Flores, botánicos especialistas en este grupo de plantas. Juntos, iniciaron un meticuloso proceso de análisis morfológico y ecológico, que culminó en la descripción formal de Viola imbricata, ahora parte de la flora nativa chilena.
Este descubrimiento también incluyó la contribución de Pedro Cofré-Valenzuela, montañista e investigador independiente, quien fotografió la planta en 2014 y la subió al portal de ciencia ciudadana iNaturalist en 2021, generando un debate que ayudó a completar su identificación.
Características y amenazas
Viola imbricata crece entre los 2,300 y 2,900 metros sobre el nivel del mar, en ambientes extremos donde predominan rocas y glaciares. Su apariencia suculenta, con hojas imbricadas que forman un patrón similar a un mandala, la distingue. A pesar de su resistencia, esta especie enfrenta múltiples amenazas:
- Cambio climático: La disminución de nevadas y el retroceso de glaciares alteran su hábitat.
- Especies invasoras: Plantas exóticas podrían ocupar su territorio.
- Actividad humana: La minería, el turismo no regulado y proyectos como el embalse en San Fabián de Alico representan riesgos significativos.
Estado de conservación crítico
El equipo investigador evaluó su estado de conservación usando criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), clasificándola como en peligro crítico. Según Juan Luis Celis, la especie, adaptada a límites altitudinales, es extremadamente vulnerable a los cambios rápidos en su entorno.
“La minería y el turismo descontrolado son amenazas latentes”, advierte Celis. Por ejemplo, el Nevado del Longaví podría ser afectado por un megaproyecto de esquí, mientras que el embalse en San Fabián podría alterar microclimas esenciales para esta planta.
Este hallazgo subraya la importancia de la colaboración entre ciencia y ciudadanía para preservar la biodiversidad. Como siguiente paso, los investigadores esperan que el Ministerio del Medio Ambiente apruebe la clasificación de conservación de Viola imbricata, impulsando su protección legal.
Además, planean realizar análisis genéticos para profundizar en el conocimiento de esta y otras especies andinas. Este esfuerzo no solo amplía el registro de flora chilena, sino que también refuerza la necesidad urgente de proteger los ecosistemas altoandinos ante un panorama climático incierto.
Viola imbricata no es solo una nueva especie; es un recordatorio de la fragilidad y riqueza del patrimonio natural que aún queda por descubrir en los Andes chilenos.
