El impacto de la política de Trump en el medio ambiente y el retroceso global en la lucha climática

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Por, Carolina Pérez, Revista Ecociencias.

El impacto de las políticas medioambientales de Donald Trump durante su primer mandato y su regreso a la presidencia en 2025 representan un desafío significativo para los esfuerzos globales contra el cambio climático. Sus decisiones no solo han tenido implicaciones nacionales, como la reversión de regulaciones clave para la protección del aire, el agua y la biodiversidad, sino que también han socavado el liderazgo de Estados Unidos en el escenario internacional en la lucha por un futuro sostenible.

El cambio climático fuera de la agenda

Desde el inicio de su mandato en 2017, Trump desmanteló políticas ambientales de la administración Obama que buscaban mitigar el cambio climático. Ejemplos emblemáticos de ello fue la salida de EE.UU. del Acuerdo de París y la eliminación del cambio climático como una amenaza a la seguridad nacional. Estas decisiones debilitaron los esfuerzos internacionales para limitar el calentamiento global a 1.5 °C y dieron un mensaje inequívoco: la economía basada en combustibles fósiles tenía prioridad por sobre la transición energética.

Al calificar el cambio climático como una “estafa” y fomentar la extracción masiva de petróleo y gas, Trump no solo revirtió décadas de progreso, sino que también amplió la dependencia global a energías contaminantes. Esta visión contrasta con la evidencia científica que alerta sobre el aumento de fenómenos extremos, como sequías, inundaciones e incendios forestales, que afectan tanto a la seguridad nacional como a la estabilidad económica global.

Consecuencias internacionales: el liderazgo perdido

El retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París bajo la administración Trump tuvo un efecto cascada que debilitó los compromisos de otros países. Si bien algunas naciones aumentaron su ambición climática, la ausencia del segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero dejó un vacío de liderazgo que, hasta ahora, ha sido difícil de llenar.

En esa línea, la decisión de abandonar el Acuerdo influyó en países ideológicamente alineados con Trump, como Argentina, Ecuador y El Salvador, fomentando políticas climáticas menos ambiciosas. Este “efecto cascada” refuerza la urgencia de un liderazgo global coherente en la lucha contra la crisis climática, ya que en este período presidencial, Trump podría consolidar nuevas alianzas con líderes como Javier Milei en Argentina o Nayib Bukele en El Salvador, promoviendo agendas anticlimáticas en esas regiones. Esto no solo complicaría los esfuerzos multilaterales, sino que también afectaría el financiamiento climático internacional.

La resistencia local y global

A pesar del retroceso en las políticas federales, los estados subnacionales de EE.UU. y los sectores privados han continuado implementando medidas para reducir emisiones y promover energías renovables. Esta resiliencia demuestra que la transición climática no depende exclusivamente de los gobiernos nacionales, aunque estos son cruciales para articular una respuesta global efectiva.

En el ámbito internacional, la Unión Europea y países como China han asumido roles protagónicos en la promoción de políticas climáticas, tratando de compensar la falta de compromiso de Estados Unidos. Sin embargo, la cooperación global se ve constantemente desafiada por la falta de financiación suficiente y el incumplimiento de compromisos previos, exacerbados por administraciones como la de Trump.

¿Trump pone en una encrucijada al planeta?

Las políticas medioambientales de Trump representan un retroceso significativo en la lucha contra la crisis climática, de eso no cabe duda. En un momento crítico para la humanidad, su enfoque basado en combustibles fósiles y la eliminación de regulaciones ambientales no solo comprometen los objetivos globales de reducción de emisiones, sino que también aumentan la vulnerabilidad de las comunidades frente a los impactos climáticos.

El retorno de Trump al poder plantea una elección crucial: continuar en un camino de retrocesos o reforzar la cooperación internacional y los compromisos hacia el anhelado futuro sostenible. El liderazgo estadounidense en la acción climática no es solo una cuestión de responsabilidad moral, sino una necesidad urgente para garantizar la supervivencia del planeta.

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