Macarena Rojas Abalos, Comunicadora científica y Presidenta de ACHIPEC
El desierto de Atacama, epicentro de la astronomía mundial, enfrenta hoy una amenaza inédita. Un proyecto de infraestructura energética para la generación de hidrógeno y amoníaco verde, de la empresa de energía AES Andes, planea instalarse a solo 11 kilómetros de unos de los observatorios más emblemáticos de este desierto —el Paranal— y del Cerro Armazones, donde hoy se construye el que será el telescopio más grande del mundo, el ELT, con una inversión de 1.4 millones de euros.
De aprobarse su Estudio de Impacto Ambiental (en proceso de revisión desde el 24 de diciembre pasado), este proyecto, promovido como una fuente de energía sostenible, podría generar no solo contaminación lumínica y atmosférica en los cielos de la región (comprometiendo la oscuridad necesaria para la investigación astronómica) sino también la emisión de polvo que dañaría los espejos altamente sensibles de los telescopios.
En las últimas semanas, la comunidad científica ha alzado la voz para advertir que el impacto acumulativo de este y futuros proyectos industriales podría apagar la “ventana al universo”. Sin embargo, aún no existe un pronunciamiento de la autoridad frente al tema.
El proyecto AES debe ser una oportunidad para demostrar que la innovación tecnológica y la ciencia pueden coexistir. En un contexto de crisis climática y energética, la descarbonización, al igual que el desarrollo científico, es ineludible. En ese camino, es fundamental que las autoridades, las empresas y la academia trabajen en conjunto para garantizar que el desarrollo sostenible no sacrifique otros aspectos esenciales para nuestro futuro como humanidad. Solo así Chile podrá mantener su liderazgo tanto en energías renovables como en astronomía, demostrando al mundo que el desarrollo sostenible puede ser compatible con el avance del conocimiento humano.
