Lo que nos hace humanos: tenencia responsable de mascotas y justicia para quienes no tienen voz

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Por: Carolina Pérez, editora Revista Ecociencias

¿Qué es lo que realmente nos hace humanos? ¿Nuestra capacidad de razonar, de hablar, de inventar o de construir? Quizás. Pero también, y más profundamente, nuestra capacidad de sentir empatía, de cuidar, de proteger a quienes no pueden defenderse por sí solos. Y en ese espejo, donde se reflejan nuestras acciones hacia los animales, muchas veces la humanidad parece desdibujarse.

Este fin de semana, una vez más, fuimos testigos de una escena aterradora: un perro amarrado del cuello, siendo arrastrado por la carretera en la Ruta 5 Norte, mientras un vehículo avanzaba sin detenerse. Las imágenes, registradas por testigos y viralizadas rápidamente, desataron una ola de indignación. ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Cuántas veces más debemos ver actos tan crueles para entender que la tenencia responsable no es opcional, sino un deber ético y legal?. Después, otro caso de la misma naturaleza, termina por cerrar un fin de semana “santo” lleno de horror.

En Chile, la Ley de Tenencia Responsable de Mascotas, conocida como Ley Cholito, marcó un antes y un después al establecer obligaciones claras para quienes conviven con animales de compañía. Esta normativa, nacida tras la brutal muerte del perro Cholito en Recoleta, condena el abandono, prohíbe el sacrificio como método de control poblacional y sanciona con cárcel y multas los actos de maltrato, así como las peleas de animales, el envenenamiento, las mutilaciones, el abuso sexual, y la negligencia en alimentación, salud o abrigo a los animales de compañía.

A esta ley se suma hoy un importante proyecto en tramitación: la creación del Registro Nacional de Condenados por Maltrato Animal, una herramienta urgente y necesaria. Esta modificación busca que toda persona condenada por este tipo de delitos quede registrada públicamente y, con ello, se prohíba su acceso a la tenencia de animales. Tal como ocurre con otros registros públicos de personas con antecedentes graves, el objetivo es claro: proteger a los animales, prevenir nuevos casos y generar conciencia social. Porque quien es capaz de infligir dolor a un ser vivo indefenso, no solo representa un riesgo para otros animales, sino también para la sociedad.

La tenencia responsable es extensible a otros aspectos igual de sensibles, en cuanto a la adopción de Perros Potencialmente Peligrosos (PPP), lo cual sin el conocimiento adecuado, también se transforma en un problema de debate. El estigma que pesa sobre algunas razas muchas veces oculta el verdadero problema: la irresponsabilidad humana. Entiéndase que un perro no nace agresivo. Es el entorno, el entrenamiento violento, el abandono o el abuso lo que puede desencadenar comportamientos peligrosos. Por eso, la ley obliga a cumplir con requisitos de seguridad, adiestramiento y control. Pero sobre todo, exige educación: no se trata de castigar razas, sino de formar tutores responsables.

Pero incluso más allá de la legislación, la ciencia nos ofrece nuevos argumentos éticos para reflexionar. Un reciente estudio sugiere que los perros están entrando en una nueva fase evolutiva, en la que están desarrollando una mayor capacidad de comprender emociones humanas, comunicarse de forma más sutil y adaptarse cognitivamente a nuestras vidas. Esto no solo reafirma el profundo vínculo emocional entre humanos y perros, sino que plantea una pregunta de fondo: si ellos están evolucionando hacia una mayor conexión con nosotros, ¿por qué algunos aún los tratan como desechos?. Sin importar el nivel educativo, como queda en evidencia con el caso del médico que cometió el crimen atroz este fin de semana, hay algo más que revela que lo que está mal somos nosotros… la salud mental, me hace pensar que somos una especie con el maravilloso don del raciocinio, sin embargo somos una sociedad enferma.

No basta con adoptar. Hay que educar, cuidar, proteger, esterilizar, alimentar, brindar atención veterinaria y garantizar una vida digna. Tener una mascota no es un lujo ni un capricho, es un compromiso profundo con la vida de otro ser. Y abandonar, maltratar o asesinar a un animal debe ser castigado con el mismo rigor que se exige cuando se vulneran otros derechos.

¿Estamos realmente preparados como sociedad para llamarnos “humanos”? El maltrato animal no es un hecho aislado: es un síntoma de una cultura que aún naturaliza el abuso, que mira hacia otro lado cuando el sufrimiento no tiene voz.

Lo que nos separa de los animales no es la capacidad de pensar, sino la capacidad de cuidar. Y si no somos capaces de actuar frente a la injusticia, de exigir justicia para todos los Cholitos, para el perro arrastrado en la carretera y para tantos otros invisibles, entonces estamos fallando no solo como sociedad, sino como especie.

La ley avanza, la ciencia nos da señales, pero el cambio real comienza en cada uno de nosotros. Denunciar, educar, respetar. Solo así podremos dejar de avergonzarnos de nuestras sombras y empezar a construir una sociedad donde la compasión no sea una excepción, sino la norma.

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