Un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), impulsado por la Fundación “la Caixa”, ha evidenciado que la exposición a altos niveles de contaminación atmosférica durante los primeros años de vida está asociada a una menor conectividad cerebral en la adolescencia. La investigación, publicada en la revista Environment International, aporta nuevas pruebas sobre el impacto duradero que tiene la polución ambiental en el desarrollo del cerebro infantil.
Los resultados del estudio subrayan que la exposición temprana a contaminantes puede alterar de manera persistente el funcionamiento normal de las redes cerebrales. En concreto, se observó una conectividad funcional reducida tanto dentro como entre diversas redes corticales y subcorticales, encargadas de funciones cognitivas esenciales como la atención, la percepción sensorial, el control motor y la regulación emocional.
Estos hallazgos coinciden con estudios previos que ya señalaban vínculos entre la contaminación del aire y cambios en la conectividad cerebral infantil. Sin embargo, aún se desconoce con exactitud cómo estas partículas contaminantes afectan los procesos de desarrollo y maduración del cerebro. El presente estudio representa un paso crucial para entender mejor este fenómeno y orientar futuras investigaciones.
La investigación se basó en datos de 3.626 niños participantes en la cohorte Generación R de Rotterdam (Países Bajos). Se estimó su exposición residencial a contaminantes atmosféricos como partículas en suspensión (PM2.5 y PM10), dióxido de nitrógeno (NO₂) y óxidos de nitrógeno (NOₓ) desde el nacimiento hasta los tres años, y también durante el año anterior a las evaluaciones cerebrales realizadas a los 10 y 14 años mediante neuroimágenes en reposo.
Los análisis revelaron que una mayor exposición en la primera infancia se relaciona con una menor conectividad entre la amígdala y redes corticales vinculadas a la atención, la función somatomotora y la percepción auditiva. Asimismo, se detectó que una alta exposición a PM10 en el año previo a las evaluaciones se asoció con una reducción en la conectividad entre las redes de saliencia y medial-parietal, fundamentales para la detección de estímulos y la autorreflexión.
Estas alteraciones se mantienen en la adolescencia, lo que sugiere que los efectos de la contaminación del aire sobre el cerebro no solo son significativos, sino también duraderos. Incluso cuando algunas áreas cerebrales podrían presentar un desarrollo compensatorio, la persistencia de estas alteraciones refuerza la necesidad de seguir explorando los mecanismos subyacentes.
Frente a estos resultados, el equipo de investigación hace un llamado a tomar medidas urgentes. La elevada y constante exposición a contaminantes en entornos urbanos representa una amenaza seria para la salud cerebral de la infancia, lo que convierte en imperativo el diseño e implementación de políticas públicas más estrictas para reducir la contaminación del aire y proteger el desarrollo neurocognitivo de las futuras generaciones.