Por, Dr. Cristian Echeverría Leal, Director Proyecto Campus Naturaleza Universidad de Concepción

La biodiversidad no es un lujo ni un concepto exclusivo de ecologistas. Es la base funcional que permite sostener la vida y entregar los servicios esenciales para el bienestar humano, como agua limpia, alimentos, regulación del clima y salud. Su pérdida progresiva no solo altera los procesos ecológicos fundamentales, si no también pone en entredicho nuestras aspiraciones de desarrollo.
Este 22 de mayo, el Día Internacional de la Diversidad Biológica nos encuentra ante un dilema claro: actuar ahora o asumir el colapso gradual de los sistemas que sostienen a nuestras sociedades. El lema de este año, “Armonía con la naturaleza y el desarrollo sostenible”, refleja claramente nuestro desafío global. Si no transformamos nuestra manera de producir, consumir y relacionarnos con el entorno, será imposible cumplir las metas del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, aprobado en 2022.
Este marco internacional busca restaurar el 30% de los ecosistemas degradados, reducir a la mitad el desperdicio de alimentos e invertir más de 200 mil millones de dólares anuales en soluciones basadas en la naturaleza. Pero el tiempo apremia: para el 2025 restarán solo cinco años para alcanzar las metas iniciales. A esta urgencia se suma un problema estructural: la inercia política y económica que aún prioriza beneficios de corto plazo sobre la sustentabilidad ambiental. Necesitamos políticas audaces, reducir o eliminar incentivos perversos, promover regulaciones eficaces y una articulación real entre los sectores público, privado y académico.
En Chile, las señales son evidentes. La fragmentación de hábitats, el cambio de uso del suelo y los incendios forestales —como los megaincendios de 2017 y 2023— han afectado profundamente la funcionalidad y resiliencia de nuestros ecosistemas. De las 1.568 especies evaluadas por el Ministerio del Medio Ambiente, 960 están en categoría de amenaza. No es posible hablar de sostenibilidad mientras erosionamos la base natural del país.
En Campus Naturaleza UdeC hemos asumido el compromiso de entregar respuestas concretas. A dos años de su lanzamiento, el proyecto ha destinado, en una primera etapa, tres hectáreas a la conservación ex situ de especies nativas amenazadas del género Nothofagus (ruil, hualo y roble de Santiago), todas endémicas de Chile. Esta área dará origen al futuro Jardín Botánico, al interior de los terrenos del proyecto.
Además, hemos dado pasos para reconocer y promover la interdependencia que existe entre la naturaleza y las personas. Entre estos ellos está el monitoreo del agua en alianza con participación de estudiantes y con la red internacional Global Water Watch, la realización de baños de bosque para promover el bienestar de la comunidad y acciones para sensibilizar a la ciudadanía sobre el valor intrínseco de la naturaleza, como fue la intervención lumínica “Habitantes del Bosque”, que reunió a más de cinco mil personas en el Campanil de la Universidad. Estas acciones, que solo son una parte de nuestra labor, son fundamentales para el desarrollo de nuestro modelo integral de conservación de la biodiversidad que combina participación ciudadana, investigación científica y educación ambiental.
Revertir la pérdida de biodiversidad exige transformar profundamente los sistemas que la han generado. No bastan buenas intenciones ni declaraciones globales. Necesitamos financiamiento sostenido, decisiones basadas en evidencia científica y una ética del desarrollo que reconozca los límites ecológicos del planeta. La armonía con la naturaleza no es una consigna: es la condición indispensable para el futuro sostenible que todos aspiramos.