Hace más de dos mil años, una antigua civilización andina utilizaba sustancias psicoactivas para reforzar el orden social y la autoridad política, mucho antes del surgimiento del imperio inca.
Mucho antes de que los incas dominaran los Andes, una sociedad menos conocida pero profundamente influyente habitaba lo que hoy es Perú: la cultura Chavín. Esta civilización ancestral, que floreció entre los años 900 y 200 a.C., fue pionera en la articulación de un complejo sistema social sustentado en el intercambio agrícola, la producción artesanal y el simbolismo religioso.
Pero, según un reciente estudio internacional, uno de sus recursos más poderosos no era material ni económico, sino espiritual y psicotrópico. Investigadores de las universidades de Florida, Stanford y de instituciones sudamericanas descubrieron en Chavín de Huántar, un monumental sitio ceremonial en la sierra central de Perú, evidencia directa del uso más antiguo conocido de plantas alucinógenas en los Andes.
Los arqueólogos hallaron en cámaras subterráneas privadas tubos de rapé tallados en hueso que contenían rastros de nicotina de tabacos silvestres y residuos de vilca, una planta psicoactiva rica en DMT. Según los análisis químicos y microscópicos, estas sustancias eran inhaladas en rituales cerrados que, más allá de inducir visiones, tenían un claro propósito político: legitimar el poder de las élites.
“Consumir psicoactivos no se trataba solo de tener visiones. Formaba parte de un ritual estrictamente controlado, probablemente reservado para unos pocos, que reforzaba la jerarquía social”, explica Daniel Contreras, arqueólogo de la Universidad de Florida y coautor del estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
A diferencia del uso comunitario de alucinógenos registrado en otras culturas prehispánicas, en Chavín los rituales eran exclusivos y altamente orquestados. Las cámaras donde se encontraron las pipas solo permitían el ingreso de unas pocas personas, generando experiencias inmersivas e impactantes, reforzadas por música ceremonial emitida desde trompetas hechas de caracolas y una arquitectura diseñada para producir efectos sensoriales.
“El mundo sobrenatural no es necesariamente amigable, pero es poderoso. Estas experiencias, potenciadas por psicoactivos, eran transformadoras. Reforzaban no solo los sistemas de creencias, sino también las estructuras de poder”, señala Contreras.
El investigador ha trabajado por casi tres décadas en este sitio, bajo la dirección del destacado arqueólogo John Rick, de la Universidad de Stanford. Según su equipo, estos rituales no solo consolidaban la autoridad espiritual, sino que motivaban a los constructores y creyentes a participar voluntariamente en el proyecto social chavín, sin necesidad de coerción ni trabajo forzado.
Esta investigación aporta una nueva perspectiva sobre la transición entre las sociedades igualitarias tempranas y las jerarquías complejas que luego caracterizaron a los grandes imperios andinos. Chavín de Huántar, a más de 3.000 metros de altitud, siempre ha intrigado a arqueólogos por su diseño enigmático y su aparente conexión entre lo humano y lo divino.
Ahora, gracias a las técnicas más avanzadas de la arqueología científica, sabemos que el uso controlado de sustancias psicoactivas no era un mero detalle ritual, sino una pieza clave en la construcción simbólica del poder en los Andes antiguos.