Revista Ecociencias, 18 de mayo de 2025
Un estudio publicado en Science revela que los ancestros de los pueblos originarios de América emigraron desde Siberia hace más de 20.000 años. La investigación, que incluye datos genómicos de comunidades indígenas actuales, contribuye a preservar culturas amenazadas como la del pueblo kawésqar en la Patagonia.
Una extensa investigación genética ha arrojado nueva luz sobre la historia más antigua de los pueblos indígenas de América. El estudio, publicado el 15 de mayo en la revista Science, rastrea la migración de los primeros humanos desde Asia hasta América hace entre 20.000 y 30.000 años, y revela cómo estos antiguos grupos se diversificaron y adaptaron al entorno a lo largo del continente.
La investigación fue liderada por la genetista Elena Gusareva, de la Universidad Tecnológica de Nanyang (Singapur), quien junto a su equipo secuenció el ADN de más de 1.500 individuos pertenecientes a 139 grupos étnicos de Eurasia y América. Los resultados permiten reconstruir una de las migraciones humanas más antiguas y significativas, y ofrecen nuevas claves sobre la diversidad genética, cultural y lingüística de las comunidades indígenas actuales.
“Esto llena vacíos clave en nuestra comprensión de cómo se formaron las poblaciones sudamericanas”, señaló Gusareva.
ADN antiguo y culturas vivas
Los investigadores compararon el ADN de poblaciones indígenas contemporáneas con muestras genéticas antiguas, permitiendo identificar variaciones heredadas de los primeros migrantes que cruzaron desde Siberia a través del puente de Beringia —una franja de tierra hoy sumergida que conectaba Asia con Norteamérica durante la última glaciación—.
Estos primeros colonos se asentaron inicialmente en el norte del continente y luego avanzaron hacia el sur, dividiéndose en grupos que habitaron ecosistemas muy distintos: la selva amazónica, la cordillera de los Andes, las planicies del Chaco y los territorios australes de la Patagonia.

Los colores representan las ascendencias genéticas estimadas mediante datos de secuenciación del genoma completo de poblaciones humanas contemporáneas. Los países sin datos permanecieron vacíos. El tamaño del círculo indica la diversidad promedio de nucleótidos de cada población.
Este aislamiento geográfico contribuyó a una diferenciación genética similar a la que se observa en poblaciones insulares, generando rasgos únicos que aún persisten en las comunidades indígenas.
Una oportunidad para preservar identidades
La motivación para participar en este estudio fue especialmente significativa para los pueblos originarios incluidos, algunos de los cuales se enfrentan a la amenaza de la desaparición cultural. Tal es el caso del pueblo kawésqar, en el sur de Chile, cuya población actual es muy reducida.
“Este registro genético es una de las últimas oportunidades para preservar su legado de más de 6.000 años”, advirtió Gusareva.
El estudio también tiene implicancias para la salud pública: se identificaron más de 70 variantes genéticas que podrían afectar la susceptibilidad a enfermedades infecciosas o la respuesta a ciertos medicamentos. Esto subraya la necesidad de diseñar políticas de salud adaptadas a la diversidad genética de los pueblos indígenas.
Coincidencia con hallazgos arqueológicos
La secuenciación genética refuerza hipótesis arqueológicas sobre el poblamiento americano. Según Hie Lim Kim, coautor del estudio, los resultados confirman que los primeros pueblos americanos divergieron genéticamente de grupos noreuroasiáticos hace entre 19.300 y 26.800 años.
El arqueólogo colombiano Francisco Javier Aceituno, que no participó en el estudio, considera que las fechas son consistentes con múltiples evidencias arqueológicas halladas en cuevas, sitios funerarios y arte rupestre en América del Sur.
Diversidad genética y adaptación
Uno de los hallazgos más llamativos del estudio es la detección de adaptaciones genéticas a ambientes extremos. En comunidades que habitan en los Andes, por ejemplo, se identificaron mutaciones en el gen EPAS1, también presente en tibetanos, que permite sobrevivir en condiciones de baja concentración de oxígeno.
Estos rasgos revelan cómo la evolución genética ha ido modelando a las poblaciones indígenas en función del entorno, y cómo ese conocimiento podría aplicarse hoy para mejorar el acceso a tratamientos médicos personalizados.
Impacto de este estudio para América Latina
En territorios como la Patagonia, el altiplano andino y la Amazonía, la diversidad genética y cultural de los pueblos indígenas es una fuente viva de historia, ciencia y saberes ancestrales. Estudios como este no solo enriquecen nuestro conocimiento del pasado, sino que son herramientas clave para proteger el futuro de estas comunidades.