Fuente (CR)2
Por Roberto Rondanelli, investigador asociado (CR)2 y académico del Dpto. de Geofísica FCFM, Universidad de Chile
Muchas personas se han preguntado si acaso el tornado de Los Ángeles y la tromba de Talcahuano tienen su origen en el cambio climático. Antes de contestar esta pregunta, primero debemos ahondar en el cómo se produjeron estos fenómenos y lo poco que sabemos de su existencia en Chile. Para comenzar, el 30 y 31 de mayo de este año se registraron severas tormentas convectivas en el sur del país, en las que aire cálido y húmedo tiende a ascender de manera violenta en la atmósfera (a velocidades de hasta varias decenas de metros por segundo), resultando en precipitaciones, vientos, tormentas eléctricas y, en ciertas ocasiones, en tornados y trombas, con sus devastadores efectos.
Ahora nos preguntamos: ¿Esto es un fenómeno nuevo en Chile? Hay que enfatizar en que la investigación de este tipo de tornados es prácticamente inexistente en nuestro país, y la dificultad de estudiarlos obedece a distintas causas, como, por ejemplo:
- Su naturaleza episódica, su corta duración temporal y su pequeña escala espacial.
- La falta de instrumentos de medición en la superficie y altura necesaria que permitan su registro de manera independiente. De hecho, la zona que se ha identificado como proclive a ese tipo de fenómenos carece de radiosondeos sistemáticos, pues estos se hacen en Santo Domingo y Puerto Montt, dejando a la zona intermedia desprovista de mediciones de altura. Además, Chile carece de radares meteorológicos que permitirían observar las características de desarrollo, evolución, duración y trayectoria de las tormentas que generan los tornados y trombas.
- La falta de especialistas en fenómenos meteorológicos extremos a estas escalas.
Sin embargo, existe mucha evidencia anecdótica sobre estos fenómenos, la que ha sido recopilada recientemente por Priscilla Nowajewski, el Servicio Meteorológico de la Armada y por Cristián Bastías, quien está desarrollando un trabajo de tesis titulado “Influencia de la geología en la mitología y cosmovisión mapuche, entre Concepción y Chiloé”, que evidencia que la existencia de estos fenómenos no es nueva. De hecho, el primer registro data del 14 de mayo de 1633 en Carelmapu y, hasta la fecha, habrían ocurrido más de 50 (Figura 1). Cabe destacar que la ubicación de trombas y tornados sigue un patrón definido, concentrándose entre las regiones del Biobío y Los Lagos, y con una máxima frecuencia de ocurrencia en los meses de otoño. Esto último puede deberse a que el océano aún se encuentra cálido tras el verano, sumado al ingreso de aire frío polar asociado a la temporada de lluvias en Chile central y sur, lo que garantiza la existencia de inestabilidad, primer ingrediente de estas tormentas. El otro ingrediente que aparece con claridad en las investigaciones existentes en el mundo es el cizalle o cortante de viento, que es una medida sobre qué tanto cambia el viento con la altura en la zona en donde está ocurriendo la tormenta convectiva.
Si ya han ocurrido tantas veces, cabe preguntarse si son o no predecibles. La respuesta no es alegre, pues son de difícil predicción, incluso con la tecnología más sofisticada que existe. Sin embargo, sus condiciones ambientales favorables (como las mencionadas más arriba) sí lo son, sobre todo usando modelos de pronóstico numérico del tiempo y un diagnóstico real. Pronósticos de corto alcance son posibles en territorios que cuentan con una red de radares meteorológicos, pero eso no evita necesariamente la pérdida de vidas humanas, como ha sucedido este 2019 en Estados Unidos, donde, a pesar de la completa cobertura de radares, lamentan a esta altura del año 35 muertes por efecto de los tornados.
Dicho todo esto, cabe responder la pregunta de si estos fenómenos son o no atribuibles al cambio climático. Esta pregunta no es fácil de responder, principalmente, por la escasa frecuencia y poca confiabilidad de los datos del pasado. Por una parte, la inestabilidad atmosférica podría verse favorecida por un calentamiento anómalo del océano adyacente a la costa del sur de Chile y, al mismo tiempo, desfavorecida por un aumento de la estabilidad atmosférica; mientras que, por otro lado, hay estudios que señalan que el rol de los cambios en la velocidad y dirección del viento en esta zona, que propician el fenómeno de los tornados y trombas, podría disminuir debido al cambio climático. Por tanto, una conclusión respecto de esta dependencia se vuelve problemática tanto por la falta de datos como por la ausencia de modelos que simulen el fenómeno particular.