Las vacunas son el mayor logro en beneficio de la humanidad de la historia de la ciencia

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Vacunación/Banco Imágenes

 

Texto: Natalia Correa/Programa Explora

El virus sincicial es un problema global que afecta sobre todo a lactantes y niños, y puede dejar graves secuelas en sus víctimas. Alexis Kalergis lidera a un equipo de chilenos que está cada día más cerca de poner a disposición de la sociedad una vacuna para combatirlo.

Alexis Kalergis, líder del equipo chileno que trabaja desde hace una década para conseguir la vacuna contra el virus sincicial.

Es uno de los virus con más alta incidencia en Chile y el mundo, y sus víctimas suelen ser niños: contagia a cerca del 80% en su primer año de vida, y tiene contacto con casi todos antes de los dos años, según datos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. El virus sincicial es un agente patógeno que ataca al sistema respiratorio, y causa numerosas infecciones agudas respiratorias en lactantes de todo el mundo. Sus tasas de mortalidad son bajas, pero de no ser tratado rápido y adecuadamente, puede dar paso a cuadros más graves, capaces de dejar secuelas en el infante, como el daño pulmonar crónico.

Aunque no existe una manera infalible de prevenir su contagio —que se da por el contacto con otros enfermos, en particular por las partículas que emiten al estornudar o toser—, un grupo de investigadores chilenos, liderado por el director del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia y académico de la Pontificia Univesidad Católica de Chile, Alexis Kalergis, lleva 15 años perfeccionado una vacuna que ha generado expectación a nivel mundial. No están solos en su carrera para evitar el contagio de millones de niños en el planeta: actualmente, hay 19 vacunas contra el virus sincicial en proceso de investigación a nivel mundial. La chilena, sin embargo, asegura Kalergis, podría llegar hasta donde las demás no: es la única que se podría administrar a recién nacidos, niños y adultos mayores.

El equipo científico ya está alcanzando las etapas finales de su desarrollo: ya hicieron todos los estudios estipulados por la normativa nacional y por la FDA, la agencia estadounidense responsable de la regulación de alimentos y medicamentos. Ahora necesitan superar la barrera que suele terminar con muchos prototipos de medicamentos y vacunas: conseguir el financiamiento para hacer pruebas masivas en humanos. Esto, luego de los positivos resultados obtenidos en el primer estudio Fase I realizado en Chile, que incluyó las primeras pruebas de la vacuna en pacientes. Ahora deben masificar su uso para comprobar si arroja resultados tan efectivos como en las pruebas de laboratorio.

Si logra pasar el testeo, asegura el inmunólogo, le podría ahorrar al Estado cerca de 30 millones de dólares al año, ya que firmaron un convenio con el Ministerio de Salud, en que su equipo y la Universidad Católica —donde está ubicado su laboratorio— conceden al órgano estatal el acceso de la vacuna al Plan Nacional de Inmunización, para que esté disponible a todos los chilenos en consultorios y hospitales.

—Si tenemos los recursos pronto y los resultados siguen siendo tan buenos como hasta ahora, yo creo que tres a cuatro años podría estar disponible —dice Kalergis.

—De ser así, ¿qué nivel de impacto podría tener la vacuna?

—Si pudiéramos disminuir la enfermedad causada por el sincicial sería un tremendo aporte a la ciencia y a la sociedad, porque este es un problema de altísimo impacto en todo el mundo, pero en Chile particularmente nos pega con mucha fuerza año a año. Es importante destacar que nuestra vacuna nació de estudios de ciencia básica, publicados en revistas de alto impacto y patentados en mercados claves como EEUU, Europa, China e India.

—Hoy existe mucha desinformación sobre las vacunas y, por culpa de eso, hay gente que desconfía de ellas. ¿Cuál es su importancia en la salud mundial?

—Las vacunas son el mayor logro en beneficio de la humanidad de la historia de la ciencia y la medicina. Enfermedades terribles, como la viruela, fueron erradicas gracias a ellas, que para ser efectivas requieren de un uso masivo. De esa forma, se genera lo que se llama protección de rebaño: las personas que están vacunadas están protegidas, pero también su entorno, porque no reparten la infección. En cambio, si hay personas no vacunadas, ocurre el efecto contrario: se ponen en riesgo a ellas, pero también al resto, y los que son más afectados siempre son los más débiles, como los adultos mayores y los niños.

—¿Eso es lo que tienen que entender los grupos anti-vacunas?

—El gran riesgo, y es algo muy lamentable, es que estamos asistiendo a la reaparición de enfermedades que habían desaparecido con las vacunas, como es el caso del sarampión, la tos convulsiva, la tuberculosis y el tétano, del cual no se veía un caso en Estados Unidos hace cuarenta años. Recomendar o decidir no vacunar es un error que se puede pagar con consecuencias muy graves para la persona no vacunada y para quienes lo rodean.

—¿Por qué estas enfermedades parecen regresar con mayor fuerza?

—Lo que ocurre es que, con el tiempo, la inmunidad natural de la población ante ellas se ha visto debilitada, porque no hemos estado expuestos al agente microbiano. Entonces, no es que los virus o las bacterias vuelvan más fuertes, sino que el sistema inmune humano ha dejado de enfrentarse a ellos, y por tanto ha tenido menos entrenamiento. Esto hace aún más importante vacunarse, para entrenar de manera adecuada nuestro sistema inmune.

 

“Enfermedades terribles, como la viruela, fueron erradicas gracias a las vacunas, que para ser efectivas requieren de un uso masivo. Si hay personas no vacunadas, se ponen en riesgo a ellas, pero también al resto, y los que son más afectados siempre son los más débiles, como los adultos mayores y los niños”.

 

—¿Los padres anti-vacunas desconocen el riesgo al que exponen a sus hijos?

—Tengo la impresión de que es una suerte de olvido de los males del pasado, como la viruela, la polio y otras enfermedades que nos afectaban masivamente. Lo que hace una vacuna es bajar la incidencia de la enfermedad, por lo que parece que ya no existiera. Las abuelas y los abuelos, en cambio, saben que la polio o la viruela eran un gran peligro y por eso no dudaron en vacunar a sus hijos. Pero los padres de la generación actual no han visto enfermedades como el sarampión y creen que ya no existen. Este olvido los puede inducir a considerar equívocamente no vacunar, pero la disminución de una enfermedad infecciosa no significa que el agente microbiano que la causa no esté aun en el medio ambiente.

—¿Qué se debe hacer al respecto?

—Recordar, reforzar la memoria de la ciudadanía. Nosotros decidimos implementar una iniciativa, inaugurada en marzo pasado, que se llama Museo de la Inmunología y la Vacunación, y que busca recordarle a la ciudadanía qué son estas enfermedades, qué problemas pueden causar y cómo logramos resolverlas gracias a las vacunas. El museo estará todo este año viajando por Chile y el próximo esperamos que encuentre un lugar permanente. Queremos que sea un recordatorio constante, que mantenga fresco en las memorias lo que como humanidad hemos ganado gracias a las vacunas.

 

 

2019-06-04
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