A veces no es fácil conectarse con la naturaleza.
Nos pasamos el día bajo luces artificiales en una oficina y al salir estamos tan cansados que nos vamos derecho a casa, a pasar la noche entre paredes.
No extraña entonces que en boca de cada vez más gente esté un desorden muy neomilenario: el trastorno por déficit de naturaleza o TDN, una de las enfermedades “psicoterráticas y somaterráticas”, según las bautizó el filósofo australiano Glenn Albrecht.
Aunque no es una condición médica reconocida, la preocupación por sus efectos sobre el bienestar ha estado en la mente de muchos desde principios de este milenio.
“Es un síntoma del estilo de vida actual“, dice Ross Cameron del departamento de Paisajismo de la Universidad de Sheffield, Inglaterra.
“Estamos tan conectados a la tecnología moderna y a las cosas que observamos menos el mundo que nos rodea. Irónicamente, es más probable que aprendamos sobre la vida silvestre por un programa de David Attenborough que de un paseo por el bosque”.
Richard Louv, un periodista y autor estadounidense, fue quien acuñó el Trastorno por Déficit de Naturaleza frase en su libro de 2005 “El último niño del bosque“.
Investigó las experiencias de los niños en el pasado y presente y concluyó que hace daño estar tan separados de la naturaleza.
El impacto del libro despertó un enorme interés y llevó a la creación de la fundación de la Red de niños y naturaleza, “una organización sin fines de lucro cuya misión es impulsar el movimiento popular en todo el mundo a reconectar a los niños con la naturaleza”.
La red se ha extendido por el mundo, incluyendo a México, Colombia, Brasil, Argentina, Chile, Perú y Puerto Rico.
Síntomas de TDN
No hay estudios que confirmen su existencia ni es considerado un trastorno médico, así que los síntomas aún no han sido sistematizados pero se relacionan con…
- Ansiedad
- Estrés
- Fatiga atencional
Y también ha sido asociado con cuatro grandes patologías:
- la obesidad
- las enfermedades respiratorias
- el trastorno por déficit de atención
- la hipovitaminosis D
Remedios grandes y pequeños
“Como seres biológicos, estamos fisiológicamente adaptados para estar en ciertos ambientes, para correr, jugar, cazar. Básicamente, para ser activos”, señala Cameron.
Su trabajo es pensar en cómo los espacios verdes pueden ser integrados en los paisajes. ¿Podría eso ser parte de la solución?
“No tengo seguro de tener el remedio”, contesta riendo.
“Tendemos a tener el estilo de vida de un ladrillo”
“Pero básicamente cualquier interacción con la naturaleza o espacio verde parece tener cierto potencial. A medida que aumenta la magnitud y la calidad de la misma, los beneficios se multiplican”.
Añade que incluso las pequeñas y sencillas conexiones con la naturaleza pueden levantar el ánimo.
“No se trata necesariamente de tener que hacer un gran viaje a las Montañas Rocosas o ir a ver ballenas azules cerca de las islas Azores“.
Y el TDN no es la única condición mental relacionada con la tierra que ha sido nombrada en este milenio.
¿Alguna vez has sentido “solastalgia”?
Quizás sí: la palabra, acuñada por el filósofo Albrecht, es ese sentimiento que te invade cuando notas que tu entorno familiar está cambiando.
Eso que sientes cuando las casas de tu vecindad, que solían albergar familias, se vuelven comercios y oficinas; cuando el bosque en el que jugabas se incendia o pavimentan aquel parque y lo vuelven estacionamiento.
Esa nostalgia por tu hogar que sientes estando todavía en él.
Albrecht sintió la necesidad de encontrar una palabra para describir la angustia que asociada con cambios en el medioambiente cerca de tu hogar cuando fue contactado para que apoyara una causa en contra de la minería de carbón a cielo abierto.
“La gente me llamaba y la angustia por la amenaza a su identidad y bienestar era palpable“, recuerda.
El término es una fusión de la palabra en latín solacium o consuelo y algia, dolor. Desde que lo propuso, empezó a ser usado no sólo por académicos, sino por psicólogos clínicos y los encargados de política sanitaria en Australia.
Y más allá: el término le dio nombre, por ejemplo, a lo que padecen los damnificados por desastres naturales, así que le es útil en investigaciones como las de los efectos de los incendios en California.
También las hay positivas
En su afán por encontrar palabras para designar el efecto del medioambiente en nuestra salud mental, Albrecht no se limitó a lo negativo: nuestro entorno también puede inducir una mejora.
Así, por ejemplo, la topofilia sería el equivalente positivo de la solastalgia.
FUENTE DE LA IMAGEN,THINKSTOCK El filósofo australiano propuso varios términos para hablar de nuestra relación con nuestro entorno tanto negativos como positivos.
El concepto, indica, fue usado por el poeta W.H. Auden en 1947 para describir la atención que se le da al amor por lugares particulares o peculiares.
“El neologismo combina topos (lugar) con filia (amor)”, explica Albrecht y añade: “El geógrafo Yi-Fu Tan (1974) explícitamente usó el término para describir el amor al paisaje que incluye el ambiente natural así como el construido”.
“Si podemos aceptar que el amor por el paisaje o por un lugar puede ser una emoción poderosa (…) entonces la experiencia de la desolación crónica de ese paisaje/lugar es igualmente fuerte. Eso es precisamente lo que describe la solastalgia”.