El 40% de pacientes internados por COVID-19 mantiene dificultades respiratorias tras el alta

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Tres meses de recuperados, los pacientes reportan fatiga constante en al menos un 50 por ciento de los casos, y dificultades para respirar en 1 de cada 3 personas.
Un estudio revela además que el 40% de los adultos mayores que sobrevive a la UCI experimenta dificultades para caminar

UCHILE/DICYT “Hay mucha alegría cuando el paciente sobrevive a la UCI, sin embargo olvidamos en las condiciones que sale ese paciente”, afirma Rodrigo Torres, académico y líder de múltiples estudios impulsados por el Departamento de Kinesiología de la Universidad de Chile (UCHILE) para ver qué pasa después del alta de COVID-19. En estas líneas de trabajo, sobre lo que se ha denominado como ‘long COVID’, afirma, “ya se ha demostrado que los adultos mayores independientes, es decir, que llegan caminando al hospital y que sobreviven a la UCI, el 40 por ciento tiene limitaciones al caminar, y un 20 por ciento no puede bañarse”.

Reducción de función pulmonar


Uno de estos proyectos consistió en la revisión sistemática de cinco bases de datos para detectar patrones en las secuelas experimentadas por pacientes contagiados con COVID-19 en condiciones graves o muy graves. El trabajo, realizado por investigadores e investigadoras del Departamento de Kinesiología de la Universidad de Chile junto a un equipo del Hospital Clínic de Barcelona, identificó que hasta un 40 por ciento del total de personas que fueron internadas tuvieron secuelas en los meses posteriores en la función de sus pulmones.

El estudio, publicado en la prestigiosa revista Pulmonology, reportó que se detectaron complicaciones de difusión en casi la mitad de las personas que fueron internadas por complicaciones asociadas al COVID-19, “eso quiere decir que el oxígeno que toman no les llega bien a la sangre, les llega en menor cantidad”, explica Rodrigo Torres, autor principal de la publicación.

“Esta complicación se puede convertir en algo mucho más severo con el paso de los años. Pero además hay otras prevalencias. Por ejemplo, el 15 por ciento de las personas internadas quedan con una alteración restrictiva, que quiere decir que tienen menos volumen en los pulmones. Este número aumenta en el caso de personas que estaban en la UCI”, agrega Torres, afirmando que, en estos casos, 2 de cada 3 personas quedaron con secuelas asociadas a problemas de difusión.

Prevalencia de síntomas

Rodrigo Torres agrega que, sumadas a las secuelas de función pulmonar y dificultades para retomar la vida cotidiana tras el COVID-19, si un adulto mayor ingresa a la UCI con una fragilidad previa, “es decir, si llega sin poder caminar, la mortalidad a 6 meses después del alta es de más del 70 por ciento, sin ninguna intervención existente que ayude en esta recuperación”.

Respecto a los pacientes más jóvenes que han ingresado a la UCI, el académico explica que “el problema en Chile es que los jóvenes tienen comorbilidades como hipertensión, diabetes, obesidad, y esos pacientes son los que están copando nuestras UCI. El gran problema es que van a estar hospitalizados un período prolongado, muchos sedados en ventilación mecánica, y los que sobrevivan van a tener secuelas físicas y una persistencia de síntomas que va a afectar su retorno al trabajo”.

Estos síntomas reportados en los tres meses posteriores al alta médica de los pacientes UCI son: fatiga constante en al menos un 50 por ciento de los casos, y dificultades para respirar en una de cada tres personas.

Nuevas herramientas de control médico a distancia

En este contexto, surgió la implementación del llamado test “sit-to-stand”, instrumento que permite monitorear los avances de pacientes hospitalizados por COVID-19 a través de la telemedicina y aportar a la descongestión de centros asistenciales. El test, cuya aplicación dura un minuto, sería clave para evaluar los niveles de saturación de los y las pacientes después de haber pasado por períodos de hospitalización por complicaciones asociadas a esta enfermedad.

“Este test actualmente se aplica en muchos lugares del mundo, y para distintas enfermedades y secuelas. En el caso del COVID, sirve para medir la oxigenación de los pacientes y se puede realizar sin mayor equipamiento y a distancia”, explica Rodrigo Torres. “Dado su simplicidad, actualmente ya se está incorporando en los programas de telerehabilitación”, afirma.

En Chile, este sistema ya tuvo un período de prueba en un estudio liderado por el académico del Departamento de Kinesiología de la Universidad de Chile, Rodrigo Núñez. En este proceso, se observó a 60 pacientes mediante la aplicación de este test durante un mes después de ser dados de alta. Los resultados indicaron que un 40 por ciento de los pacientes redujo su capacidad física, y un 32 por ciento de ellos desaturó mientras realizaban la prueba, es decir, bajaron sus niveles de oxígeno frente a un esfuerzo cotidiano como pararse y sentarse.

La investigación evidenció las ventajas que podría traer la implementación de este test en la atención primaria de salud para disminuir el riesgo de nuevos contagio e incentivar la atención telemática. Esta prueba, que ya se utiliza en el diagnóstico y evaluación de otras afecciones, como enfermedad crónica obstructiva y la fibrosis quística, entre otras, destaca por su simpleza: solo requiere de una silla; la asistencia de un acompañante, solo si la persona está en riesgo de caída; y un espacio de un metro cuadrado.

El test fue aplicado en personas con menos de 10 días de hospitalización, en cuyo caso más de un 80 por ciento logró completar la prueba en las semanas posteriores, lo que da cuenta de una progresiva mejora en la capacidad de saturación. La media de edad de los pacientes que lograron cumplir con la prueba fue de 62 años.

“Actualmente, en Chile ya existen programas que están realizando este tipo de test a través de medicina telemática. Uno de ellos es la iniciativa que está comenzando a estudiar el Hospital Salvador, entregando saturómetros a las personas y enseñando a los pacientes a monitorear sus niveles de oxígeno. Estos programas tienen muy buenos resultados”, afirma Rodrigo Torres, académico de la Universidad de Chile.

¿En qué consiste el test?

Para realizar este test solamente se requiere de una silla, en el caso de que la persona que lo realizará tenga movilidad reducida, además de una persona que la asista para evitar que se caiga la silla.

La persona a quien se le realizará el test debe sentarse en una silla, con al menos un metro cuadrado despejado alrededor para evitar el apoyo involuntario de las extremidades. Su espalda no debe apoyarse en el respaldo de la silla, y debe mantener tanto los pies sobre el piso a la altura de los hombros.

El paciente debe cruzar los brazos en el pecho, y proceder a pararse y sentarse nuevamente en la silla, la mayor cantidad de veces que pueda (sin presionar a la velocidad y evitando cualquier tipo de caídas), en un lapso de un minuto.

 

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