Analizan la prevalencia de los trastornos mentales durante la pandemia entre personas de 50 a 80 años

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Salud mental/Malgorzata Tomczak/Pixabay
Esta investigación tuvo lugar en la ciudad de São Paulo con más de 2.000 no docentes y jubilados de la USP que participan en el Estudio Longitudinal de Salud del Adulto

 

AGENCIA FAPESP/DICYT – La pandemia de COVID-19 y las situaciones de estrés y tristeza asociadas a la misma no elevaron la prevalencia de la depresión y la ansiedad entre los participantes en el Estudio Longitudinal de Salud del Adulto (ELSA Brasil) residentes en la ciudad de São Paulo.

El estudio ELSA Brasil monitorea la salud de 15.000 empleados públicos de seis universidades y centros de investigación del país desde el año 2008. La investigación sobre la salud mental en la pandemia se realizó en São Paulo con 2.117 no docentes y jubilados de la Universidad de São Paulo (USP) que integran el estudio nacional y cuyas edades varían entre los 50 y los 80 años. Este trabajo apunta a comparar el estado mental de esa población antes y durante la pandemia, tanto entre personas sanas como entre portadores de ansiedad y depresión.

“Esta noticia es positiva, pero es necesario considerar que la ciudad de São Paulo posee uno de los índices de trastornos psiquiátricos más altos del mundo, que afectan a alrededor de un 20 % de la población. Estudios similares al nuestro, realizados en el Reino Unido, por ejemplo, muestran un 16 % de prevalencia. Por ende, puede haber sucedido lo que denominamos como efecto techo: la prevalencia es tan alta que no aumenta más”, afirma André Brunoni, docente de la Facultad de Medicina (FM-USP) y coordinador de la investigación.

De acuerdo con estos resultados, publicados en la revista Psychological Medicine, hubo una estabilidad en los diagnósticos a lo largo de 2020. En general, la tasa de trastornos mentales osciló entre el 23,5 por ciento y el 21,1 por ciento. La de depresión, específicamente, cayó del 3,3 al 2,8 por ciento. En tanto, la de trastornos de ansiedad varió entre el 13,8 y el 8 por ciento.

Durante los tres períodos del año en que se recabó la información sobre la salud mental de los participantes –de mayo a julio, de julio a septiembre y de octubre a diciembre–, se observó también una estabilización o una ligera declinación de los síntomas de depresión, ansiedad y estrés.

“Por supuesto que todo el mundo está más triste y más preocupado en la actual situación. Tan es así que, cuando aplicamos nuestro cuestionario, había un 30 por ciento de personas que describían estar con depresión o con síntomas de ansiedad. Sin embargo, era solamente una sensación. Con los diagnósticos surgió una estabilidad o incluso una disminución. Lo propio sucedió con los síntomas de ansiedad o de depresión”, explica.

Según Brunoni, para que un psiquiatra establezca un diagnóstico de depresión, el paciente debe presentar durante más de dos meses dos síntomas mayores del trastorno (tristeza y falta de placer en realizar actividades que antes le gustaban, por ejemplo) y otros cinco síntomas menores sobre un total de nueve, tales como ansiedad, variación del sueño, aumento o pérdida de peso, pensamientos de menoscabo y alteraciones de la libido.

Los más vulnerables

Los datos que se describen en el artículo indican que el riesgo de padecer trastornos mentales fue mayor entre los participantes más jóvenes y aquellos socialmente más vulnerables: mujeres, personas sin nivel superior de educación y de etnias no blancas.

“El único factor de riesgo que no se encuadra entre los clásicos de vulnerabilidad en nuestra sociedad fue la cuestión etaria. En el estudio, los más jóvenes, es decir, los que tienen menos de 60 años, experimentaron un mayor riesgo de desarrollar trastornos mentales. Es probable que esto haya ocurrido justamente por el hecho de que los ancianos están más protegidos en el contexto pandémico y no necesitan ir presencialmente al trabajo, incluso después de la flexibilización de las cuarentenas”, explica Brunoni.

Otro aspecto que se observó en esta investigación, y en el cual se ahondará con nuevos análisis, es la cuestión de la intensificación de la doble jornada de las mujeres durante la pandemia. “Entre quienes respondieron y tienen niños o adolescentes en casa, no hubo aumento de los trastornos mentales entre los varones. Lo propio no sucedió entre las mujeres. Ahora pretendemos investigar el impacto de la jornada doble en la vida de esas participantes”, comenta.

Algunos factores importantes para el mantenimiento de la salud mental, aun en situaciones de fuerte estrés, quedaron evidentes, como en el caso de la estabilidad económica. La población estudiada tiene más edad (60 años en promedio), pero, como se trata de empleados públicos, cuenta con una mayor estabilidad y protección social cuando se la compara con la población en general.

“Pero creemos que la edad hizo su aporte más que la seguridad al no aumento de los trastornos mentales. Es probable que un estudio realizado en nuestros moldes con una población adolescente registrase un incremento de los diagnósticos”, afirma el investigador.

Sucede que, tal como Brunoni remarca, el modelo de trastorno mental depende de la interacción genética (mayor vulnerabilidad genética y biológica) y ambiental (estrés externo). “Lo más común es que el pico de desarrollo de trastornos mentales se produzca entre los 20 y los 30 años, cuando las personas se exponen más al ambiente. Luego de ese lapso, eso va disminuyendo”, subraya.

En el estudio, los participantes tenían entre 50 y 80 años y alrededor de un 25 por ciento ya tenía diagnóstico de trastorno mental. “Si se mira atrás, son personas que pasaron por la dictadura, la hiperinflación, el Plan Collor [el programa económico lanzado en 1990 por el expresidente Fernando Collor de Mello (1990-92), que, entre otras medidas, confiscó los ahorros de la población depositados en los bancos] y, probablemente, muchas pérdidas en la vida. Son tantos estímulos desgastantes que quizá esas personas con predisposición genética habían desarrollado trastornos mentales”, dice.

La soledad de los ancianos durante la pandemia fue otro aspecto analizado en el cual se ahondará en futuros estudios. “Muchos informaron que la tecnología fue una gran aliada para esquivarla y mantener los lazos con la familia y los amigos, aunque sea virtualmente. Esto fue importante, pues las personas que informan tener una mayor dificultad interpersonal tienen un riesgo aumentado de desarrollar síntomas o trastornos”, culmina.

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