Así lo destacó la doctora Ana Guzmán Castellanos, coinvestigadora del Laboratorio Chondrolab y académica de la Escuela de Biología Marina de la Universidad de Valparaíso, en el marco del estudio que lidera para actualizar los antecedentes biológicos y pesqueros de una especie conocida también como pez fantasma o pejegallo, cuya pesquería ha tomado relevancia en los últimos años, ya que las capturas -según lo reportado por las entidades correspondientes- ha descendido de manera importante en la actualidad.
Tal como lo explica la investigadora, esta especie se distribuye desde el sur de Brasil, pasando por aguas uruguayas, argentinas, chilenas y peruanas hasta el sur de Ecuador.
“En este proyecto lo que quisimos conocer es dónde se están distribuyendo, qué diferencias hay entre las hembras y los machos, qué edades están teniendo, las tallas de captura, dónde se comercializa y, sobre todo, saber la importancia de esta pesquería, ya que es una especie de consumo humano. Anteriormente las capturas de esta especie llegaron hasta las cinco mil toneladas y actualmente se ha reportado una disminución hasta setecientas toneladas”.
Siguiendo las palabras de la bióloga marina, en el mundo hay alrededor de 56 especies de quimeras y el género callorhinchus cuenta con tres especies que pueden vivir en las costas desde los diez hasta los cuatrocientos metros de profundidad.
“Cuando propusimos el proyecto ‘Biología de Callorhinchus callorhyncus en la Zona Centro- Sur de Chile’, el financiamiento lo obtuvimos de la organización sin fines de lucro Ocean Blue Tree, mediante una propuesta elaborada con colegas de México y Chile, y trabajamos con la caleta Higuerillas, que se encuentra a unos kilómetros desde aquí (Montemar). Al entrevistar a los pescadores por el pejegallo nos compartieron que en cierta temporada ellos lo capturaban mucho, porque es un pez con una carne muy rica, y al capturarlo encontraban unas bolsas de color café, que no sabían qué eran, a veces hallaban hembras grávidas, les extraían las capsulas de su interior y las devolvían al mar, hasta que nosotros les explicamos que esas bolsas o cápsulas eran sus huevos, donde se están desarrollando los embriones. Trabajando en el muestreo del proyecto con los pescadores pudimos obtener de sus faenas de pesca pejegallos que fueron llevados al Laboratorio Chondrolab UV, les hicimos todo el proceso de medirlas, pesarlas, definir si eran hembras o machos, obtuvimos algunas cápsulas y las llevamos a los acuarios. No sabíamos si iban a sobrevivir o a eclosionar. Para sorpresa de nosotros, meses después tuvimos un éxito de eclosión de cinco hembras y cuatro machos”.
La académica agrega que “fue una emoción increíble en el laboratorio, no solo para mí, sino para todos nuestros estudiantes en el Chondrolab, incluido nuestro jefe, el doctor Francisco Concha, porque no habíamos tenido la oportunidad de ser partícipes del nacimiento de quimeras. En el mundo estas especies son impresionantes, son increíbles, porque uno las puede ver solamente con un submarino y nosotros tuvimos la oportunidad de observar y registrar cómo nacían. Así que el ambiente del laboratorio fue increíble”.
Es importante considerar que estos organismos están clasificados como vulnerables, debido a su lento crecimiento y a que tienen una madurez sexual tardía y pocas crías. “Por lo tanto, actualizar o evaluar el estado de sus poblaciones mediante estudios biológicos y pesqueros genera un antecedente de gran importancia en la toma de decisiones para su correcto uso, manejo y conservación, y garantiza que al menos esta especie pueda mantenerse para las siguientes generaciones. Esa es la importancia de nuestro trabajo, poder actualizar la biología del pejegallo para su conservación”.
En el momento en que se estaba realizando la entrevista a la doctora Guzmán, el equipo de Prensa UV fue testigo del nacimiento de una nueva quimera desde una de las últimas capsulas (huevos) de pejegallo que los pescadores les hicieron llegar para su estudio.
“Hoy justamente, que nos visitaron ustedes tuvimos la fortuna de que pudiera eclosionar una nueva quimera. Estoy tan contenta y tan emocionada. Ustedes han visto que cuesta muchísimo que puedan nacer en el laboratorio y, bueno, tuvimos a la quimerita que midió catorce centímetros de longitud total, nadó perfecto, inmediatamente ella buscó su modo de locomoción natural y la bautizamos con el nombre de Uvelina, por la Universidad de Valparaíso”.
Finalmente, la doctora Guzmán agradeció el trabajo en el Laboratorio Chondrolab de los estudiantes, tesistas, voluntarios y seminaristas que participaron en diversas labores del quehacer científico: “Sin ellos el trabajo maratónico de campo, procesamiento de muestras, etcétera, no hubiera sido posible”. En el estudio han participado más de treinta estudiantes que han venido a colaborar desde otras universidades e incluso de otros países, así como sinergias entre laboratorios e investigadores de Chile, México y Estados Unidos. También valoró el apoyo del decano doctor Ricardo Bravo y de la Universidad.
“Ellos saben el alcance que puede tener un estudio como este y el impacto sobre todo en la conservación”, concluyó.