Por, Carolina Pérez M.
Los temas centrales del cambio climático —mitigación, adaptación y vulnerabilidad— se entrecruzan en torno a un denominador común, la gobernanza urbana. Una gobernanza que, en el caso de las ciudades chilenas, ha mostrado ser una y otra vez, ampliamente inadecuada para abordarlos.
Chile es uno de los países más urbanizados del mundo, esto por tanto, hace que muchas de sus ciudades, sean grandes fuentes emisoras de GEI, los cuales generan y contribuyen al cambio climático, cuyos efectos negativos, son percibibles en el desarrollo de distintas amenazas dentro de los centros urbanos.
Los eventos extremos identificables derivados del cambio climático son, frío extremo, calor, extremo (islas de calor), incendios, tormenta (precipitación lluviosa), inundación subterránea, enfermedades; eventos lentos como deslizamiento de masa/aluvión, escasez hídrica, subida del nivel del mar; y una amenaza relacionada directamente con emisiones de GEI en el bienestar de las personas: contaminación del aire. Por ejemplo, entre las ciudades que presentan valores de material particulado muy por encima de los recomendados, se encuentran Ciudad de México, Santiago de Chile, Bogotá, Caracas, Lima y São Paulo (OMS: 2017).
“El informe 2021 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) muestra que las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas son responsables de un calentamiento del planeta en un 1,1° grados centígrados desde el periodo 1850-1900 hasta la actualidad”
Entre junio y agosto de 2023, las ciudades del centro sur de Chile, han experimentado dos eventos climáticos extremos, relacionados a El Niño, acrecentado por el fenómeno meteorológico Río Atmosférico, el cual se presenta de manera normal entre 5 a 6 veces durante el invierno en la zona central, pero que en este caso, ambos factores se han potenciado provocando inundaciones catastróficas en menos de dos meses en varias ciudades y centros urbanos. La pregunta es, en este escenario dinámico, ¿cómo nos preparamos y adaptamos para tales desastres naturales para apuntar a una resiliencia climática, trabajando en las ciudades y comunidades?. Lo anterior, debe considerar la diversidad de realidades territoriales y otro elemento no menor, la segregación urbana.
Adaptar las ciudades por la resiliencia climática
El aumento de precipitaciones, como causa de la alteración en el clima, es uno de los efectos más claros e inminentes de la crisis climática. Las lluvias serán menos frecuentes, pero también más intensas. Esta situación que requerirá de una gestión más sostenible y eficaz del ciclo del agua, en ese contexto, se plantean dos acciones claves para garantizar su funcionamiento: el abastecimiento de agua, procedente de la lluvia; y la necesaria adaptación de los sistemas de alcantarillado para gestionar estas precipitaciones más intensas.
Por otro lado, el Plan de Acción Nacional de Cambio Climático II (2017), ratifica los compromisos de Chile con los acuerdos climáticos internacionales adquiridos en años anteriores y hace hincapié y detalla propuestas de líneas de acción y medidas concretas para reducir la vulnerabilidad climática del país, mediante el fomento de tecnologías limpias y renovables. Al respecto de temas urbanos, establece medidas de adaptación, mitigación y gobernanza en relación a movilidad, transporte, planificación del territorio, urbanización y edificación sustentable, infraestructura pública, uso de la energía y sistema de abastecimiento de agua. Un punto importante que trata el PANCC II sobre ciudades, es la elaboración del PACC Ciudades (en vigencia desde 2018, pero no implementado), documento que acentúa la urgencia de coordinación y gestión intersectorial entre las distintas escalas de planificación urbana, instando a los tomadores de decisión a «fortalecer la capacidad de respuesta de las ciudades y sus habitantes ante las amenazas climáticas, minimizando impactos negativos, y propiciando sinergias entre acciones de mitigación y adaptación, abordando integralmente la problemática» (PANCC II, 2017).
Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y este porcentaje llegará a dos tercios en 2050. Según el World Resources Institute, las ciudades deben planificar y financiar sus infraestructuras y servicios básicos teniendo en cuenta la nueva realidad climática. Es en ellas donde más se sufren sus efectos a través de inundaciones, olas de calor o alteraciones en el clima. Abordar las estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático, requiere un esfuerzo colectivo que exige la plena participación de los actores urbanos: ciudadanos, gobiernos locales, empresas, organizaciones de la sociedad civil, y centros de educación e investigación. No obstante, actualmente esta integración de voluntades se encuentra al debe, primando decisiones desintegradas, ya sea sectorial o geográficamente. Por esta razón, se hace indispensable repensar los modos de gobernanza en las ciudades para enfrentar estos riesgos, aprovechando las oportunidades que pueden surgir, de forma anticipada y planificada. La forma en que respondemos a estos desafíos puede servir no solo a los chilenos, sino también a un planeta buscando soluciones complejas para problemas «malditos» (Rittel et al., 1973).
Las ciudades son nodos en una red de actividades que cubren todo el territorio, por eso hay que entenderlas como generadores de demanda —para alimentación, energía, agua, y materiales— y como fuentes de contaminación —de aire, agua y suelo — cuyo flujo circula hacia fuera de la ciudad depositando desechos y residuos de la vida urbana. Las ciudades no deben ser concebidas como islas, sino como nodos en redes complejas que vinculan áreas rurales, áreas marinas, la atmósfera, e incluso, otros países. Neil Brenner nombra este fenómeno como «la urbanización planetaria». Quizás, el elemento más relevante de las ciudades es que el impacto del cambio climático sobre la mortalidad y morbilidad es más evidente debido a la concentración de población.
La ocurrencia de estos desastres tendrán más frecuencia, y por mucho que se dice, en la práctica pareciera que no se está trabajando realmente en esa deseada resiliencia urbana. Las inmobiliarias siguen dejando humedales sin protección ante los Tribunales Ambientales, y la ciudadanía sigue quedando fuera de procesos de consultas ciudadanas para intervenir sus localidades con proyectos urbanos o industriales que no respetan los estándares normativos. Los grandes Protocolos han fallado, las Cumbres no llegan a acuerdos que en la práctica sean cumplidos a cabalidad, o más bien a medias, a duras penas.
Estamos actuando sobre la marcha, no alcanzamos a prepararnos y adaptarnos para la nueva realidad climática, y los desastres nos sorprenden sin que podamos hacer mucho.
Sin embargo, no es momento de dar brazos a torcer en materia de planificar territorialmente las ciudades, en ese caso, los humedales urbanos no pueden quedar sin protección, los proyectos inmobiliarios deben pensar en integrar los elementos ambientales preponderantes, la gobernanza debe llamar a la ciudadanía. Si no, vamos a pisarnos la cola y seguiremos viendo cómo decenas de ciudades y centros urbanos, se inundan en invierno y en verano, los monocultivos y los bosques nativos se queman.
Fuentes consultadas
Informe sobre el clima (2021) | IPCC
Muñoz, J. C., J. Barton, D. Frías, A. Godoy, W. Bustamante, S. Cortés, M. Munizaga, C. Rojas y E. Wagemann (2019) Ciudades y cambioclimático en Chile: Recomendaciones desde la evidencia científica. Santiago: Comité Científico COP25; Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.