Los desafíos que enfrentará Chile como sede de la próxima Cumbre Mundial de Cambio Climático

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Fuente País Circular

Chile será sede de la próxima COP25. Así se anunció hoy en el plenario de la cumbre global que se realiza desde inicios de diciembre en Katowice, Polonia. Hasta hoy la definición estaba entre nuestro país y Costa Rica, país que esta mañana declinó la organización por su alto costo, estimado en más de 100 millones de euros. Con la sede definida, Chile enfrentará oportunidades pero también desafíos importantes: liderar la acción climática mostrando una mayor ambición y resolver nudos como la firma del Acuerdo de Escazú. A esto se sumará un enorme esfuerzo logístico y diplomático.

En el plenario de la Cumbre del Clima (COP24) que está culminando esta semana en Katowice, Polonia, la ministra del Medio Ambiente, Carolina Schmidt, anunció formalmente la disposición de Santiago de Chile de recibir la próxima cumbre global por la acción climática que se desarrollará en una fecha por definir, y que el gobierno fija en enero de 2020. De esta forma, se oficializó que la próxima COP25 se realizará en nuestro país.

“Quisiera comenzar agradeciendo el apoyo de toda la Conferencia de las Partes para hospedar la COP25 en Chile, y con ello mantenerla en la región de América Latina y el Caribe. Esto representa un desafío enorme, que asumimos como una tarea histórica y queremos sea una oportunidad para mostrar lo mejor de nosotros”, dijo la ministra Schmidt esta tarde frente al plenario al asumir la nominación como país sede.

Junto con ello, dijo que como gobierno “creemos que el verdadero desarrollo económico y social solo es posible si se cuida del medioambiente. Mitigar y adaptarnos al cambio climático es clave para lograr el desarrollo integral y sustentable que queremos para nuestros países. El éxito que tengamos solo puede ser alcanzado con la unión y cooperación de todos en esta gran tarea. Es por esto que nos da mucho gusto contarles que para la COP25 trabajaremos con Costa Rica, quienes desarrollarán la pre COP este próximo año”, agregó.

Esta posibilidad surgió tras el desestimiento de Brasil de organizar la próxima COP, decisión anunciada a fines de noviembre por la Cancillería de ese país. Brasil había sido designado en 2017 en la cumbre de Bonn, donde el entonces ministro de Medioambiente de Brasil calificó a la COP25 como “un gran hito en el camino hacia la implementación del Acuerdo de París” y afirmó que su país estaba “encantado” con la posibilidad de organizarla. Sin embargo, el triunfo de Jair Bolsonaro, crítico del Acuerdo de París, cambió el escenario y derivó en la decisión de Brasil de no albergar el encuentro aduciendo los altos costos de la organización y el período de transición política que vive esa nación.

Ya iniciada la COP24 en Katowice (Polonia), comenzaron a surgir las candidaturas para mantener la sede de la próxima Cumbre del Clima en Latinoamérica. Desde un inicio se presentaron como candidatos Chile y Costa Rica, junto a Barbados, Jamaica y Guatemala, países que prontamente desistieron.

Este mañana, el ministro del Medio Ambiente de Costa Rica, Carlos Manuel Martínez, dijo a los periodistas apostados en la cumbre que su país había decidido bajarse de la carrera por la sede debido al alto costo que implica albergarla -se estima entre 100 y 200 millones de euros- y el poco tiempo para organizarla. Finalmente, las negociaciones decantaron en que Chile asumiera la sede y la presidencia de la COP25, con una participación activa de Costa Rica en la organización ante la inexistencia de una figura de co-presidencia.

Esfuerzo logístico y diplomático

Traer la COP25 a Chile implica una serie de beneficios: destacar las oportunidades de inversión en nuestro país y apertura a nuevos mercados, impulso al desarrollo de la institucionalidad climática y de legislación especializada, un aumento de los niveles de información y conciencia a nivel nacional, mejora en las capacidades nacionales, la apertura a diálogos nacionales y una mayor penetración de tecnologías e innovación tecnológica, entre otros.

Pero la organización de la COP25 implicará también un esfuerzo logístico mayor. Se espera que lleguen entre 10 y 15 mil participantes registrados, y más de 40 mil que estarán orbitando el evento. La seguridad será también un tema central debido al importante número de visitas de alto nivel, tanto presidenciales como ministeriales, a lo que se suma la necesidad de poner a disposición medios de transporte eficientes y diseñar el espacio para la conferencia de manera racional y a escala humana.

También implicará un esfuerzo de la diplomacia, dice Andrés Pirazzoli,  abogado y magister en medioambiente que negoció por el gobierno de Chile el Acuerdo de París, y coordinó el proceso de elaboración de la contribución chilena a dicho acuerdo. “La Cancillería tendrá una tarea titánica, ya que deberá realizar rondas de visitas y reuniones estratégicas para llamar al consenso regional como anfitrión latinoamericano. Particular atención requerirá su acercamiento con el ALBA liderado por Venezuela, y el apoyo que sus antecesores Perú (COP20) y México (COP16) puedan compartir con la organización. La medida del éxito de la reunión será la capacidad técnica -y sobre todo política- que muestre Chile para convocar y liderar un proceso complejo de negociaciones”, explica.

El rol de nuestro país en la próxima COP25 será triple: presidencia, anfitrión y parte del Acuerdo de País, por lo que el desafío será saber llevar y alternar esos tres sombreros para facilitar la discusión más delicada de las actuales negociaciones: el acceso de los países vulnerables al Fondo Verde para el Clima, y el trato especial que países como Turquía o regiones como la africana piden para ellos.

“Principalmente se espera que el anfitrión juegue un rol facilitador y de convocatoria. Si bien existe una expectativa de que el país predique con el ejemplo y aumente su ambición en torno a sus metas actuales, la mayor expectativa y desafío será encausar unas negociaciones actualmente en crisis de liderazgo. Con un Estados Unidos díscolo y un Brasil cada vez más ausente, la tarea no es fácil hacia la adopción definitiva del manual de reglas. El año previo (los 12 meses que vienen) Chile deberá salir de gira para convocar liderazgos públicos y privados en el territorio nacional, pero sobre todo a nivel mundial”, dice Andrés Pirazzoli.

El desafío de una mayor ambición

A partir de ahora empieza una tarea que no será fácil, tanto en materia diplomática como logística, pero también en lo que respecta al liderazgo que deberá demostrar Chile en materia de acción climática en un momento complejo de las negociaciones.

La cumbre que está concluyendo en Polonia ha demostrado un momento de fragilidad en las conversaciones multilaterales para la implementación del Acuerdo de París, lo que quedó demostrado -por ejemplo- en que no se logró que la asamblea reconociera plenamente el informe reciente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que avisaba de la urgencia de aumentar la ambición para fijar la meta de calentamiento global en no más de 1,5ºC.

Y en ese marco, nuestro país muestra fortalezas y también defectos. En lo primero, el fuerte impulso de los últimos años a las energías renovables no convencionales, que llevaron a que Chile fuera situado en el primer lugar de los mercados emergentes más atractivos para invertir en energías limpias a nivel global del ranking Climatescope 2018.

A ello se suma el compromiso acordado en enero de este año entre el gobierno y las empresas generadoras para descarbonizar la matriz de generación de energía, un importante avance a nivel de electromovilidad -con la flota de transporte público eléctrico más grande fuera de China- así como el anuncio del gobierno de elaborar una Ley de Cambio Climático, que actualmente está en un proceso de diálogos regionales y cuyo primer borrador de proyecto de ley sería presentado en marzo o abril de 2019.

¿En qué estamos al debe? Principalmente, en la ambición de nuestra acción climática, más aún cuando la COP25 se realizará el año previo al que los países deben presentar planes climáticos más ambiciosos en 2020, en el marco del Acuerdo de París . Hoy no solo existe coincidencia entre los expertos nacionales de la necesidad aumentar el compromiso de mitigación de Chile, sino que así ha sido señalado expresamente por organizaciones internacionales dedicadas al seguimiento de los INDCs de los países.

Así lo indica expresamente el Climate Action Tracker, que califica el compromiso de Chile como “altamente insuficiente”. En su reporte, indica que “con las políticas implementadas actualmente, es probable que Chile logre su promesa de 2020, pero no sus objetivos del Acuerdo de París de Contribución Determinada Nacionalmente (NDC), que calificamos como muy insuficiente. La implementación completa de las políticas planificadas por Chile a partir de su Estrategia de Energía 2050 daría como resultado el logro de su NDC incondicional, sin embargo, se necesitarán acciones adicionales, incluso en relación con una mayor penetración de las energías renovables en el sector energético para 2050, para reducir aún más las emisiones y mejorar su calificación”.

A esto se suma la decisión del gobierno en septiembre de no firmar el Acuerdo de Escazú, el primer tratado de América Latina y el Caribe para mejorar el acceso a la información, a la justicia y la participación pública en materia ambiental, un acuerdo del que nuestro país había sido uno de los principales impulsores y articuladores del acuerdo final.

“Chile deberá desdoblarse, porque al tiempo que es un país vulnerable de América Latina en materia de cambio climático, deberá erguirse como líder global y altruista, capaz de elevarse sobre la discusión y buscar espacios de compromiso. Chile deberá cautelar la integridad del Acuerdo de París y velar por la adopción de unas reglas que permitan su eficaz implementación. Un desafío importante será el manejo de los conflictos ambientales nacionales, como Quintero-Puchuncaví, Cardones Polpaico o el conflicto en La Araucanía”, dice Andrés Pirazzoli.

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