Vía Greenpeace
Ya no se requieren más pruebas. La emergencia climática que enfrenta el mundo y que afecta de manera especialmente relevante a Chile está clara y resulta devastadora. Lo único que queda por hacer es reaccionar de manera rápida y decidida al daño que hemos generado a nuestro planeta. Sólo si lo hacemos como corresponde, podremos evitar un desastre mayor”, señaló Greenpeace a propósito del Día Mundial del Clima, conmemoración que intenta poner de manifiesto una de las emergencias más relevantes que ha enfrentado la humanidad en su historia.
Según el último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), máxima autoridad científica en materia climática, el aumento de la temperatura global no debe superar el umbral de 1.5°C en relación con la era preindustrial, meta acordada por la comunidad global en el Acuerdo de París. En este contexto, y de acuerdo a la Organización Meteorológica Mundial, los últimos 20 años estuvieron entre los 22 más cálidos de la historia y los últimos cuatro encabezan el ránking.
La ONG señaló que en este escenario resulta clave una acción más decidida de Chile para poner fin al uso del carbón, el cual hoy es responsable del 40% de la generación eléctrica en Chile. “No queda más que eliminarlo al 2030 y adoptar de manera clara y decidida el uso de fuentes renovables y limpias, las cuales son especialmente abundantes en nuestro país. Lamentablemente, y de manera inexplicable, vemos que, por ejemplo, desde el corazón de la Patagonia se ha autorizado el uso de tronaduras para seguir extrayendo el carbón que contamina la vida de miles de compatriotas en la zonas de sacrificio ”, dice Matías Asun, director nacional de Greenpeace en Chile.
En este contexto, la ONG ambientalista destacó la importancia de que el gobierno de Chile entienda los impactos que está teniendo el cambio climático en nuestro país y el sentido de urgencia para adoptar medidas revolucionarias que ayuden a revertir la situación.
“Ser país sede de la próxima Cumbre Mundial del Clima COP25 impone una enorme responsabilidad que va más allá del lugar y las carpas que se van a utilizar. Lo que de verdad importa es el liderazgo y definiciones que tome Chile y en este sentido esperamos una postura clara y una fecha para el fin del carbón al 2030. Sería un paso enorme en medio de la mancha que significa que la COP25 se esté organizando en el país que más carbón usa en América Latina”, explica Matías Asun.
RECUADRO:
De acuerdo con el Plan Nacional de Cambio Climático 2017-2022 del Ministerio de Medio Ambiente, éstas son algunas de las principales consecuencias que está generando el cambio climático en Chile:
Hacia el año 2030, se proyecta una disminución de la precipitación entre 5% y 15% para la zona comprendida entre las cuencas de los ríos Copiapó y Aysén. Para el período 2031-2050 se intensificaría todavía más la baja en las lluvias.
Se espera un marcado aumento de los eventos de sequía, especialmente a partir de la segunda mitad de este siglo, proyectándose hacia fines de siglo una ocurrencia de más de 10 veces en 30 años.
En general, han aumentado las noches cálidas desde el Norte Grande a Coyhaique, con disminución de las noches frías. En Santiago, mientras tanto, se registra un aumento de las olas de calor.
Por su condición de país altamente vulnerable al cambio climático, se estima que en Chile las pérdidas ambientales, sociales y económicas en el país por este fenómeno podrían llegar a ser significativas, alcanzando al año 2100 cerca de un 1,1 % anual del PIB.
Se proyecta una reducción significativa de los caudales medios mensuales en las cuencas entre las regiones de Coquimbo y Los Lagos y un elevación de la isoterma de O°C, lo que trae como consecuencia la reducción de las reservas de agua y el aumento del riesgo de desastre durante eventos de precipitación extrema y altas temperaturas.
El retroceso de glaciares sería significativo, afectando los aportes de agua en los períodos secos.
Para el Norte Grande y Norte Chico, habría una mayor ocurrencia de períodos de escasez hídrica y eventos de lluvias extremas.
Las alteraciones climáticos podrían aumentar la ocurrencia de algunas enfermedades ya existentes en el país, facilitar la introducción de nuevas enfermedades y exacerbar el efecto de ciertas variables ambientales en la salud. Así, en la zona centro-sur del país se espera un aumento de enfermedades transmitidas por roedores y garrapatas, mientras que en el norte grande se favorecería el desarrollo de enfermedades como malaria y dengue.
La disminución de la calidad y disponibilidad de agua y alimentos, producto de sequías e inundaciones, podría tener impactos en la nutrición y calidad de vida de la población y en el incremento de la incidencia de algunas enfermedades no transmisibles.
El aumento en la frecuencia e intensidad de los eventos hidrometeorológicos extremos, tales como precipitaciones extremas asociadas a aluviones, aludes, desbordes de ríos e inundaciones, pondría en riesgo la infraestructura pública, con impacto importante sobre los servicios provistos por estas obras: conectividad terrestre-marítima-aérea, provisión de agua potable, sistemas de evacuación de aguas y otros.
Se espera un aumento en la intensidad y frecuencia de las marejadas, poniendo en riesgo a las poblaciones que habitan en el borde costero, dañando no sólo la infraestructura costera, sino también los servicios ambientales y actividades económicas asociadas, afectando la operación de puertos, caletas y playas.
Los principales impactos proyectados dicen relación con la disponibilidad y temporalidad de los caudales en cuencas con generación hidroeléctrica. Así, el potencial de generación hidroeléctrica del Sistema Interconectado Central (SIC) presentará disminuciones que irán de un 11% (período 2011-2040) a un 22% (período 2071-2099). Esta menor capacidad proyectada de generación de hidroelectricidad, junto al aumento en la demanda energética tanto por las industrias como por el nivel residencial (será mayor uso de sistemas de aire acondicionado), abre perspectivas para el desarrollo de las energías renovables no-convencionales (ERNC).
Se prevé un desplazamiento de los cultivos hacia el sur junto a una menor disponibilidad de aguas para riego en la zona centro, generando cambios en la producción y en los ingresos netos, siendo negativos en las zonas norte y centro, y positivos en las zonas sur y austral. También, son previsibles efectos negativos no sólo sobre la cantidad sino que también sobre la calidad de los productos. Los más vulnerables serían los agricultores del secano interior y secano costero, entre las regiones de Valparaíso y del Biobío, los agricultores de los valles transversales y los ganaderos del secano.
El nivel medio del mar se incrementaría entre 5 y 10 cm al año 2050 y entre 12 y 28 cm al año 2100. Es posible que el cambio en el nivel del mar no tenga efectos directos sobre los recursos cultivados pero sí sobre los centros de cultivo, por cambios de la salinidad de las aguas. Además, es factible que dicho efecto favorezca la incidencia de plagas y/o enfermedades en los centros de cultivo.
Habría un impacto negativo en los campos de hielo y glaciares de la zona austral lo que implica efectos negativos sobre el turismo, que representa una parte importante de las actividades económicas de la región.
Un estudio realizado por la UNESCO respecto al impacto del cambio climático en el patrimonio mundial y el turismo hace referencia a Rapa Nui como uno de los 6 sitios prioritarios más vulnerables del mundo.
Se proyecta una presión adicional sobre el suministro de agua, el alcantarillado, los sistemas de energía y los servicios de transporte. También, se espera una mayor presión sobre los servicios de salud, especialmente entre la población de estratos socioeconómicos más bajos y un aumento de condiciones de mala ventilación para los valles centrales de Chile en la época de invierno con el consiguiente agravamiento de los problemas de contaminación atmosférica existentes.