Libro Agroecología y pensamiento decolonial. Las agroecologías otras interepistémicas

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Este libro es el resultado de intereses académicos e investigativos en torno a un cuestionamiento crítico de la agroecología a partir de algunas claves desarrolladas por el pensamiento decolonial, el cual, por cierto, ha dado lugar a un intenso debate en torno a la necesidad de cuestionar el poder colonial y sus modos de sujeción, control y dominación histórica, principalmente en los países del Sur Global. Pese a que el pensamiento decolonial ha suscitado críticas de diversos tipos como, por ejemplo, la poca “puesta en práctica” de sus propuestas, por lo que se le acusa de ser una corriente excesivamente academicista e incluso, sin un proyecto políticoacadémico claramente definido. Dicho de otro modo, la crítica gira en torno a que el pensamiento decolonial se ha quedado anclado en reflexiones académicas y, por tanto, su incidencia en hechos concretos ha sido poco visible. No obstante, esta consideración no es del todo cierta si se tiene en cuenta la descolonización de las prácticas que efectúan los zapatistas, por ejemplo, o las luchas y las resistencias que llevan a cabo algunas comunidades en el Pacífico, la Amazonia y algunas regiones andinas colombianas. Otro aspecto cuestionado ha sido “el escaso reconocimiento a los aportes de la teoría crítica feminista” (Flórez, 2014, p. 85), pues actualmente el feminismo decolonial no solo ha construido un marco teórico robusto, sino que, además, tiene mucho por decir
en torno a su incidencia en las acciones políticas que se efectúan desde los movimientos sociales feministas.
Pese a estas críticas, resulta pertinente reconocer las contribuciones que el pensamiento decolonial ha hecho, en torno a las pretensiones desobedientes de intelectuales y activistas frente a la hegemonía de la racionalidad moderna occidental, toda vez que esta ha establecido un orden epistémico, ontológico y político 8 Introducción 7-12 fuertemente articulado con la visión paradigmática que el eurocentrismo tiene del mundo y la vida. De ahí que el pensamiento decolonial sugiera, precisamente, repensar los presupuestos que orientan dicho ordenamiento y, a partir de ellos, derivar modos otros de ser, hacer y conocer. Esto conlleva a una resignificación ontológica, epistémica y política que vaya más allá de la fundamentación moderna y, en consecuencia, que esté de acuerdo con los modos no occidentales de ser y estar en los territorios del Sur Global. En tal sentido, la crítica que aquí se propone, se entiende, por un lado, como un cuestionamiento a la constitución de la agroecología desde presupuestos ontoepistémicos occidentales y, por el otro, como una condición de posibilidad para pensar en una agroecología “por fuera” del canon occidental.
Uno de los efectos más críticos de la ordenación epistémica y ontológica, como respuesta a las lógicas del poder colonial en tanto control y dominación, ha sido la sujeción de cuerpos mediante la constitución de subjetividades, así como el despojo de territorios y su disciplinarización para constituir, de este modo, un orden articulado a dichas lógicas, para lo cual las agriculturas han sido uno de los “escenarios” ideales, pues a partir de estas se ha configurado una poderosa trama de poder que, mediante desmedidos actos de explotación, destrucción, contaminación, violencia, imposición, silenciamiento, ha logrado apropiarse de la naturaleza y de la vida en su conjunto, para establecer, a partir de allí, un exitoso modelo extractivista en obediencia a los designios del gran capital. Este tipo de efectos del poder colonial son abordados por el pensamiento decolonial como colonialidad, esto es, el lado oscuro de la modernidad; actos ocultos, negados, que posibilitan la concreción del proyecto moderno. Esto retrata, entonces, una imagen que deja ver a un lado el proyecto moderno, superior, avanzado, y al otro su dimensión oculta y, por tanto, nomoderna, atrasada, arcaica, inferior. De acuerdo con esto último, podría decirse que las agriculturas devienen en dos “imágenes”: una en la claridad de la superioridad moderna, y otra en la oscuridad de la inferioridad no-moderna. En la primera habría agriculturas constituidas por el poder colonial para insertarlas a sus lógicas, mientras 7-12 Introducción 9 que en la segunda habría agriculturas subsumidas, apartadas, negadas, relegadas, desconocidas, toda vez que se constituyen mediante símbolos no-modernos o no occidentales. Justo en estas distinciones es donde entra en juego la necesidad de abordar la agroecología desde la perspectiva del pensamiento decolonial, debido a que esta ha sido “puesta” en ambas imágenes agriculturales, al punto de distinguirse entre una agroecología moderna occidental y otra no-moderna y, por tanto, no occidental. La primera visibiliza profundas contradicciones si se atiende al hecho de que la agroecología emergió, precisamente, como una postura radical frente a la hegemonía del poder colonial y no para reproducir sus lógicas, como, en cierta medida, ha venido ocurriendo. Mientras que la segunda, por el contrario, emerge en los bordes o las fronteras “occidentales”, esto es, desde las epistemes subalternas y las prácticas agriculturales relegadas por el poder colonial. En este marco, se intenta presentar una discusión en torno a la siguiente pregunta central de esta investigación1: ¿a partir de qué elementos ontológicos y epistémicos se ha configurado la agroecología como ciencia y práctica? Este interrogante abre paso a la hipótesis central que orienta la discusión, esto es, que la agroecología emergió como una postura crítica, contrahegemónica, frente a la racionalidad moderna occidental, pero acabó constituyéndose como ciencia y práctica dentro de sus presupuestos, lo que deja ver una fuerte tensión epistémica y ontológica. Lo mencionado abre paso, además, a otras preguntas del tipo: ¿cómo y por qué la agroecología, aun tratándose de una postura contrahegemónica, se constituyó desde la racionalidad moderna occidental? ¿Cuáles han sido sus contradicciones, tensiones y conflictos? ¿A partir de qué presupuestos decoloniales es posible pensar en una agroecología acorde con su “naturaleza” contrahegemónica?

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