La Antártida se está volviendo verde, y esta es la razón según la ciencia: el cambio climático está transformando drásticamente su paisaje. En un entorno históricamente dominado por el hielo y la roca, la vegetación está avanzando a un ritmo acelerado, lo que refleja no solo el calentamiento global, sino también la posible aparición de amenazas ecológicas en una de las zonas más frágiles del mundo.
En los últimos cuarenta años, la península antártica ha registrado un aumento de más de diez veces en su cobertura vegetal, lo que subraya los efectos del calentamiento global en este entorno inhóspito. Un estudio reciente, realizado por las universidades de Exeter y Hertfordshire en colaboración con el British Antarctic Survey, reveló que, entre 1986 y 2021, la superficie cubierta por vegetación en la península pasó de menos de un kilómetro cuadrado a casi 12 kilómetros cuadrados. Este crecimiento vegetal, dominado por musgos, ha sido impulsado principalmente por el aumento de las temperaturas en la región, que supera con creces el promedio global.
El estudio destaca que el incremento de vegetación podría facilitar la formación de suelo orgánico, lo que podría permitir la llegada de nuevas especies, incluidas plantas invasoras. Esto plantea una amenaza considerable para el equilibrio ecológico antártico, ya que especies no nativas podrían ser introducidas por turistas o científicos. Además, se proyecta que las temperaturas continuarán aumentando a una tasa de 0.34°C por década hasta el año 2100, lo que sugiere una transformación aún mayor en el futuro cercano.
Este fenómeno de “enverdecimiento” tiene paralelismos con el Sahara, donde las lluvias más frecuentes están aumentando la vegetación. Sin embargo, mientras que en el Sahara el aumento de plantas es impulsado por cambios en los patrones de precipitación, en la Antártida es el calor el principal impulsor del crecimiento vegetal.
Este proceso también está relacionado con la pérdida de hielo. Más del 90% de los glaciares de la península han perdido masa desde la década de 1940, y la retirada de estos glaciares expone nuevas áreas que pueden ser colonizadas por plantas. Para finales de este siglo, las zonas sin hielo en la península podrían triplicarse, transformando su ecología.
Aunque el “enverdecimiento” de la Antártida es un indicador visible del cambio climático, también plantea serias preocupaciones. La comunidad científica internacional debe abordar urgentemente las implicaciones ecológicas y tomar medidas para proteger este frágil ecosistema antes de que los cambios sean irreversibles.