Una nueva forma de Greenwashing: el cultivo de algas para combatir el cambio climático

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Por Felipe Pizarro Mora, Núcleo Milenio MASH

Un colectivo de científicos está alzando la voz contra lo que denominan como un nuevo “BlueWashing” (un término utilizado para describir el marketing engañoso que exagera el compromiso de una empresa con prácticas sociales responsables), una estrategia emergente que consiste en cultivar algas para luego sumergirlas en el océano, bajo la promesa de que capturarán el exceso de CO2 y contribuirán significativamente a la lucha contra el cambio climático. A pesar de su creciente popularidad y la significativa inversión que está atrayendo globalmente, los expertos advierten sobre la falta de evidencia científica que respalde su efectividad.

Un estudio difundido en la revista One Earth, con la autoría de veinte científicos de diversos países, insta a una pausa y reconsideración de esta práctica, cada vez más extendida, de sumergir biomasa algal en las profundidades oceánicas. Esta iniciativa, presentada como una “solución basada en la naturaleza” al secuestro de carbono, carece de fundamento científico sólido para su eficacia.

El enfoque propone el cultivo intensivo de algas y su posterior hundimiento en el fondo marino, buscando aprovechar su capacidad de absorber dióxido de carbono durante su crecimiento, con el fin de secuestrar permanentemente este gas invernadero. Sin embargo, la ciencia aún no proporciona respaldo a estas afirmaciones.

La atención y financiamiento por parte que han recibido este tipo de proyectos, bajo la premisa del secuestro y compensación de carbono, ha sido notable. Un reporte de la industria señala inversiones que superan los 375 millones de dólares en el ámbito de las algas marinas en los últimos tres años, una cifra que posiblemente subestime el total de inversión dado el escaso detalle disponible sobre algunas compañías cotizadas en bolsa.

La generación de créditos de carbono emerge como un fuerte incentivo detrás de estas propuestas, promoviendo la inversión en proyectos que reduzcan los gases de efecto invernadero. Estos créditos son un instrumento internacional que permite a empresas y países compensar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) ¿De qué forma? Invirtiendo en proyectos que mitiguen los gases de efecto invernadero, como la captura de CO2 a través del cultivo de algas. Sin embargo, el valor de estos créditos es cuestionable, y la lógica económica detrás del cultivo y sumersión de algas para secuestrar carbono se muestra insuficiente.

Posteriormente, podrían vender estos créditos en los mercados de carbono a empresas que buscan compensar sus emisiones, proporcionando así un incentivo económico para implementar este tipo de proyectos. La realidad es que el precio de cualquier crédito de carbono es insignificante. Por ejemplo en Canadá este equivale a $0,0145/kg de alga seca. En comparación con el precio de mercado de las algas, que puede variar desde unos pocos dólares hasta más de $1.000/Kg  dependiendo de la aplicación que se le dé.

Este último dato es relevante, ya que en la COP28 realizada durante el 2023 se reportó que los bonos de carbono varían entre $0,01 y $154 dólares por tonelada, con un promedio de menos de 20$ dólares por tonelada, lo que coloca el valor de los créditos de carbono canadiense por encima de la media. Lo que demuestra lo poco atractivas que son estas propuestas para tener un impacto real o actuar como un incentivo para mitigar la crisis climática.

Las dudas sobre la eficacia y sostenibilidad ambiental de estos proyectos son vastas, abarcando desde la falta de entendimiento sobre el destino final de las algas sumergidas hasta los impactos ecológicos y la verdadera capacidad de secuestro de carbono. Según el Dr. Charles Yarish, coautor del estudio, “El vertido de algas en las profundidades oceánicas no constituye una solución sostenible ni ética para mitigar el cambio climático a través del secuestro de carbono”.

Antes de considerar la inclusión de las algas en estrategias de mitigación del cambio climático, es crucial abordar numerosas barreras, desde la escalabilidad y durabilidad hasta conflictos con usos oceánicos existentes y la adecuación de marcos regulatorios y económicos. Es esencial desarrollar métodos avanzados de contabilidad de carbono para evaluar estos proyectos con precisión.

Bosques de algas y su rica biodiversidad asociada. Créditos: Pexels

El uso de algas como desechos sumergidos no solo es económicamente inviable sino también una estrategia mal enfocada frente a la crisis climática actual. La industria algal ofrece un potencial enorme para aplicaciones innovadoras y rentables que pueden fomentar una economía más sostenible sin recurrir a su disposición en el océano.

Respecto al potencial de las algas el Dr, Alejandro Buschmann, investigador del Núcleo Milenio MASH y uno de los autores de este estudio, comenta “Desde hace más de un siglo las algas vienen siendo explotadas para poder obtener polisacáridos con propiedades diferentes a las normalmente encontradas en plantas terrestres. Por ejemplo el agar obtenido de algunas algas rojas tiene un uso muy relevante en microbiología y permite cultivar y reconocer bacterias patógenas en pacientes con enfermedades infecciosas. La carragenina tiene múltiples usos sobre todo para estabilizar las proteínas en alimentos con altos niveles de ellas en lácteos y productos cárneos. Los alginatos de algas pardas tienen múltiples usos desde industriales, alimenticios y hasta en productos utilizados por dentistas. Por nombrar algunos de los tantos usos de las algas. Desde nuestro punto de vista esto es más importante que desechar esta biomasa y causar desconocidos efectos ambientales en ecosistemas prácticamente no estudiados”.

En lugar de centrarse en el comercio de créditos de carbono mediante la sumersión de algas, los expertos sugieren maximizar el aprovechamiento de los beneficios ecosistémicos, bioeconómicos y sociales que estas pueden ofrecer. Las algas poseen el potencial de transformar cadenas de valor, fomentar la descarbonización y mitigar el exceso de nutrientes y la acidificación costera a través de usos éticos y beneficiosos, alineados con los objetivos globales de desarrollo sostenible. Este enfoque no solo promete un impacto ambiental real y positivo, sino que también reconoce el valor intrínseco de las algas más allá de su utilización como un mero instrumento de compensación de carbono.

 

Puedes encontrar el artículo completo en el siguiente link: Deep-ocean seaweed dumping for carbon sequestration: Questionable, risky, and not the best use of valuable biomass

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