LIBRO | Educar la voluntad

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La necesidad de comprender qué es la voluntad

Si nuestro propósito como maestros y padres es desarrollar todo el potencial humano de nuestros niños, nos propondremos educar su sentir y su voluntad con tanta comprensión del tema y tanto esmero como los que ponemos para desarrollar su pensamiento. Buscaremos todos los medios para profundizar nuestro conocimiento sobre la naturaleza y el desarrollo del sentir y la voluntad. Con frecuencia se equipara la voluntad con la acción, con el mover las extremidades. Si educar la voluntad es simplemente cuestión de ejercitar las extremidades, entonces el ejercicio físico ha de bastar. El ejercicio realizado con regularidad es esencial para un sano desarrollo, pero el desarrollo de la voluntad es más que ejercitar las extremidades. Con las extremidades nos involucramos en la actividad externa. Detrás de la actividad externa está la actividad interna de los pensamientos, los sentimientos, los deseos y las motivaciones. La voluntad pertenece a la esfera de la actividad interior que está detrás de la actividad exterior. La voluntad es la fuerza interior detrás de la fuerza exterior de nuestras extremidades.

Percibir la voluntad

Percibimos con facilidad las acciones externas, tanto las propias como las ajenas. ¿Podemos percibir la actividad interna de la voluntad tan clara y conscientemente como percibimos la actividad externa? Para educar la voluntad debemos aprender a percibir la voluntad.
Cuando aprendemos una nueva destreza, tal como andar en bicicleta o manejar un auto, cuando tratamos de cambiar un hábito como fumar, o de transformar la impaciencia en paciencia, nos encontramos ante el desafío de realizar un esfuerzo interior. Cuanto más difícil el desafío, más sentimos la intensidad de este esfuerzo interior. Cuando observamos este esfuerzo interior, ya no estamos observando una realidad exterior sino una realidad interior.
La forma en que esta fuerza interna se traduce en hechos externos permanece mayormente inconsciente. Tenemos un pensamiento, una intención; movemos nuestras manos y piernas. Pero cómo un pensamiento o sentimiento mueve los músculos de nuestras extremidades escapa a nuestra conciencia de vigilia. La ciencia puede describir algunos de los procesos fisiológicos y bioquímicos que se producen en nuestro cuerpo, pero nosotros no somos conscientes de estos procesos. Tenemos plena conciencia del esfuerzo externo que se necesita para realizar algún trabajo físico o alguna actividad atlética. De la misma manera, podemos tener conciencia de nuestro esfuerzo interno, que es típicamente mayor cuando estamos aprendiendo una destreza nueva. Siempre que percibimos nuestro esfuerzo interno estamos observando nuestra voluntad.
Como profesor de escultura, tengo alumnos que se abocan al modelado de la arcilla con gran exuberancia y seguridad. Algunos de estos energéticos alumnos producen esculturas hermosas y bien formadas. Otros, en cambio, amasan y estiran la arcilla con brío y entusiasmo y, sin embargo, nunca consiguen una escultura bien formada. Hay otros alumnos que, por el contrario, son muy inhibidos y que, como es de esperar, producen esculturas que son tentativas y sin fuerza. Y sin embargo, con no poca frecuencia, es el alumno que carece de seguridad el que sorprende a todos, incluso a sí mismo, produciendo una escultura excepcional.
¿Qué revelan tales observaciones acerca de la voluntad de mis alumnos? ¿Cómo me ayudan estas observaciones a guiar a los alumnos en el desarrollo de su voluntad? ¿Son la exuberancia y la energía expresiones de una voluntad fuerte y sana? ¿Son la pasividad y la inhibición signos de una voluntad débil? ¿Acaso la habilidad de crear formas bien articuladas refleja una voluntad fuerte mientras que una deficiente habilidad para crear formas refleja una voluntad débil?.

educar_la_voluntad-Howard

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